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Análisis de redes en la gobernanza del agua

La planète bleue dans le rouge, by Tableaux imaginaires (CC BY-ND 2.0 DEED)

El concepto de participación se utiliza ampliamente en la literatura sobre la gobernanza de los recursos naturales. Sin embargo, tal y como exponemos en un reciente comentario en Humanities and Social Sciences Communications:

  1. La participación tiene diferentes significados.
  2. La participación no siempre garantiza los resultados esperados.
  3. Esto hace necesario atender a las condiciones en las que se produce la participación efectiva.

Estas ideas se desarrollan en:

  • Maya-Jariego, I. (2024). Using stakeholder network analysis to enhance the impact of participation in water governance. Humanities and Social Sciences Communications, 11, 460. https://doi.org/10.1057/s41599-024-02958-x

A continuación, se puede consultar una versión en español, previa a la publicación definitiva.

De qué hablamos cuando hablamos de participación en la gobernanza del agua

La participación ciudadana en la gobernanza del agua puede mejorar la pertinencia, la implementación y la efectividad de las políticas públicas. Sin embargo, la participación se puede expresar en una gran diversidad de formas, en un gradiente que va desde la mera consulta pública a la gobernanza compartida de los recursos naturales. La obtención de resultados positivos depende en última instancia de las condiciones en las que se produce la participación, con factores clave tales como el liderazgo, el grado de confianza entre las partes interesadas o la interacción de los poderes públicos con la ciudadanía. El análisis de redes sociales se ha utilizado para operacionalizar los procesos de participación, contribuyendo a la identificación de líderes, la integración intersectorial, la planificación estratégica y la resolución de conflictos. En este comentario analizamos el potencial y las limitaciones de la participación en la gobernanza del agua y lo ilustramos con el caso del acuífero de la Campina de Faro, en el sur de Portugal. Proponemos que el análisis de las redes de partes interesadas resulta especialmente útil para favorecer la descentralización en la toma de decisiones y la gestión consensuada de los recursos hídricos.

Palabras clave: Participación – Gobernanza – Redes – Agua.

La participación se ha convertido en un principio básico en las políticas públicas de gestión y gobernanza del agua. La Directiva Marco del Agua de la Unión Europea promueve que los estados miembros desarrollen planes de gestión de las cuencas fluviales, a través de procesos participativos que informen, consulten e involucren activamente a todas las partes interesadas (Demetropoulou et al., 2010; Jager et al., 2016). Del mismo modo, las estrategias de «gestión integrada de los recursos hídricos urbanos» pretenden implicar a los ciudadanos en la prestación de servicios y la toma de decisiones en las ciudades, abarcando todo el ciclo del agua (Mukhtarov, Dieperink & Driessen, 2018). En las políticas de cooperación al desarrollo también se asume que la implicación de las comunidades locales podría contribuir a un acceso al agua potable sostenible y equitativo (Jones, 2011). En todos los casos se parte del supuesto de que la participación contribuye a una gestión más efectiva de los recursos naturales.

Sin embargo, el principio de participación tiene en la práctica significados muy diversos. En el ámbito de la cooperación internacional, se asocia inicialmente a la idea de que la dotación de infraestructuras (del agua) no es suficiente para contribuir al desarrollo local, sino que es necesario al mismo tiempo prestar atención a las formas de organización y el proceso de toma de decisiones (Tropp, 2007). Así, hablar de gobernanza implica pasar de un foco casi exclusivo en las infraestructuras a la consideración de factores sociales. No obstante, esto abre el abanico a una gran variedad de formas potenciales de implicación ciudadana, en un gradiente que abarca desde informar o consultar a los representantes de la comunidad local, hasta la deliberación conjunta en foros públicos o las modalidades más exigentes de cogobierno, entre otras (Margerum, 2008; Mukhtarov et al., 2018). Cabe esperar que cada forma de participación tenga sus propias dinámicas y genere resultados diferentes.

Una distinción clave consiste en diferenciar entre la participación formal impulsada por el gobierno y la participación que emerge, de abajo arriba, en contextos comunitarios (Van Buuren, Van Meerkerk & Tortajada, 2019). Por un lado, la administración pública recurre con frecuencia a la implicación de la sociedad civil para mejorar la aceptación de las políticas y para prevenir el conflicto entre las diferentes partes interesadas (Newig & Fritsch, 2009). Los consejos participativos de las cuencas hidrográficas son un claro ejemplo de este tipo de iniciativas, en los que normalmente se invita a una multiplicidad de actores para que colaboren en la toma de decisiones y en la distribución de recursos de agua escasos (Mancilla-García & Bodin, 2019). Por otro lado, hay ocasiones en las que los espacios de participación son el resultado de la autoorganización de la comunidad, ya sea como reacción a las iniciativas del gobierno o para responder a las necesidades locales (Romano, 2019). Un caso paradigmático son las asociaciones de usuarios de agua, que normalmente recurren a la autorregulación, entendida como «la gestión colectiva descentralizada de los recursos hídricos subterráneos» (Steenbergen & Shah, 2003, p. 242). Como vemos, existe una tipología amplia y diversa de arreglos institucionales con los que canalizar la participación.

Asimismo, asumir un enfoque participativo no implica necesariamente la obtención de los resultados pretendidos. Se trata de un proceso político, que depende en última instancia de la capacidad de influencia o de la formación de alianzas. Aun cuando la composición de los foros públicos se diseñe de manera inclusiva, los actores no siempre tienen el conocimiento técnico que les permite participar de manera efectiva (Mancilla-García & Bodin, 2019). La gestión del agua suele conllevar el dominio de cuestiones complejas que desequilibran la capacidad de influencia de los diferentes miembros de los comités de toma de decisiones. Otras veces es la propia estructura centralizada del estado la que se convierte en un impedimento para que un nivel adecuado de implicación de la comunidad acabe resultando efectivo (Demetropoulou et al., 2010). Por consiguiente, no siempre que la participación se considera necesaria, es suficiente para desencadenar los cambios deseados[1].

Esto hace necesario atender a las condiciones en las que se produce la participación. A ese respecto, se han señalado tres tipos de factores que tener en cuenta, que se refieren respectivamente a (1) las capacidades de los actores participantes, (2) la interacción de los poderes públicos con los participantes, y (3) la capacidad de adaptación de las instituciones públicas a las iniciativas comunitarias y, en general, a los procesos participativos (Van Buuren, Van Meerker & Tortajada, 2019). Esto significa que la obtención de resultados positivos puede depender, entre otros ingredientes, del liderazgo, el capital social interno de las organizaciones participantes, la transparencia, la capacidad de diálogo o el grado de confianza entre las partes interesadas. La participación efectiva se asienta en la motivación y las competencias de los participantes, desplegadas de un modo persistente en un contexto organizativo (con frecuencia asociaciones e iniciativas de base comunitaria) que permite el desarrollo de relaciones personales fuertes (Maya-Jariego, Holgado & Santolaya, 2023). Cada proceso participativo tiene una historia singular. Cuando se trata de la gobernanza efectiva del agua, esto nos lleva necesariamente a complementar las referencias genéricas a la participación con la operacionalización y la trazabilidad de las condiciones en que ésta se produce.

Redes de gobernanza del agua

El análisis de redes sociales es una de las aproximaciones empíricas que se ha utilizado para “traducir” el principio de participación de modo operativo. El uso más habitual ha consistido en describir los patrones de colaboración entre un conjunto de actores relevantes en la gobernanza del agua. Trazar las redes interorganizacionales de colaboración sirve para identificar a los actores con mayor centralidad, describir las relaciones entre los subgrupos existentes y evaluar el grado de integración transversal entre los diferentes sectores de la administración pública. En la Tabla 1 hemos resumido algunas de las aplicaciones más productivas del análisis de redes en la gobernanza participativa del agua. Las repasamos a continuación.

El énfasis en las propiedades estructurales de un sistema social resulta especialmente apropiado cuando pretendemos describir arreglos de gobernanza en los que están implicados multitud de actores. La gobernanza participativa puede formularse como una red de colaboración entre las agencias gubernamentales, los grupos ecologistas, las asociaciones de usuarios del agua y las organizaciones no gubernamentales, entre otros actores comunitarios relevantes. Las organizaciones son nodos que pueden estar conectados por relaciones de información, intercambio de recursos o proyectos compartidos. Esta forma de reducir la colaboración entre partes interesadas permite examinar el papel de actores individuales y, al mismo tiempo, representa el desempeño del sector del agua en su conjunto.

Los indicadores de centralidad individuales revelan indirectamente la distribución del poder en la gobernanza del agua. Es frecuente encontrar el papel dominante de los organismos gubernamentales, de modo que la mayor parte del poder recae en el sector público (Fliervoet, Geerling, Mostert & Smits, 2016; Kharanagh, Banihabib & Javadi, 2020). Se trata de estructuras jerárquicas donde el control de la toma de decisiones se concentra preferentemente en las unidades de la administración (Nabiafjadi, Sharifzadeh & Ahmadvand, 2021). Como contrapartida, hay otros actores, como las organizaciones agrarias, que a veces tienen un papel marginal pese a la demanda de agua que normalmente suponen (Gatt, 2016). Algo parecido ocurre con las áreas rurales remotas, que suelen estar desconectadas de los ámbitos institucionales donde se toman decisiones (Delgado et al., 2021). Aunque muchos usuarios del análisis de redes recurren a esta herramienta para justificar o inducir patrones de gobernanza colaborativa, con frecuencia los resultados que obtienen les enfrentan paradójicamente con los límites de los procesos de participación reales[2].

Por su parte, si nos centramos en las propiedades estructurales en su conjunto obtenemos una representación comprehensiva de cómo se articulan las relaciones entre las diferentes partes interesadas. La visión sistémica que proporciona el análisis de redes, lo convierte en una herramienta útil en la integración de diferentes agencias gubernamentales. Por ejemplo, se puede utilizar para coordinar (tanto vertical como horizontalmente) a los organismos encargados de la gestión del agua, la energía y los alimentos (Kurian, Portney, Rappold, Hannibal & Gebrechorkos, 2018). También permite conectar las organizaciones que participan en la gobernanza de ríos, lagos y acuíferos con aquellas que se centran en la humedad del suelo utilizada por las plantas[3] (Stein, Ernstson & Barron, 2011); o bien aquellas entidades que se coordinan en la protección contra inundaciones con las que se centran en la gestión de recursos naturales (Fliervoet et al., 2016).

En este ámbito se suelen identificar individuos u organizaciones que ejercen de intermediarios y conectan áreas diferenciadas de la red, facilitando la coordinación entre actores. Los intermediarios condicionan el flujo de información y recursos, facilitando el desarrollo de interacciones y contribuyendo a la construcción de capital social y confianza en el sistema social de referencia (Maya-Jariego & Holgado, 2021). En la gestión conjunta de los lagos, se ha observado que los intermediarios conectan a la administración con actores no gubernamentales y a veces se vinculan también con fuentes externas de información (Lakshmisha & Thiel, 2022). En cuencas hidrográficas sometidas a una fuerte erosión del suelo, los intermediarios conectan a las entidades locales con otras de nivel nacional, generando credibilidad y confianza tanto entre los agricultores como en los productores de energía hidroeléctrica (Vignola, McDaniels & Scholz, 2013). En contextos rurales se ha comprobado que las asociaciones de usuarios de agua agrupan actores que a veces se encuentran al margen de los foros institucionalizados y que estarían desconectados si no fuera por el papel clave de los líderes del poblado (Stein et al., 2011). En todos estos casos el papel de los intermediarios es fundamental para facilitar el entendimiento y la coordinación entre grupos heterogéneos de actores (Horning, Bauer & Cohen, 2016).

Otras aplicaciones consisten en integrar el análisis de redes en procesos de investigación-acción o de planificación estratégica. Para ello se puede combinar con metodologías cualitativas que facilitan la generación de una visión compartida entre los participantes (Ahmadi, Kerachian, Rahimi & Skardi, 2019). La representación de las relaciones permite visibilizar todos los actores que son relevantes en un área determinada (Jatel, 2013; Maya-Jariego, 2016; Ogada, Krhoda, Van Der Veen, Marani & van Oel, 2017) y monitorizar la transformación institucional hacia modelos de gobernanza adaptativa del agua (Chaffin, Garmestani, Gosnell & Craig, 2016). La evaluación de las relaciones de poder entre las partes interesadas también puede servir de apoyo para llevar a cabo negociaciones y procesos de resolución de conflictos (Reyhani & Grundmann, 2021), incluso en circunstancias de alta polarización (Rojas, Bennison, Gálvez, Claro & Castelblanco, 2020).

 

Tabla 1. Usos del análisis de redes en la gobernanza participativa del agua.

Uso Descripción Procesos de participación
·        Describir patrones de colaboración La gobernanza participativa se representa como una estructura social de interacción entre las múltiples partes interesadas. La comprensión del sistema depende de la relación elegida, que puede referirse al mero intercambio de información o a la toma de decisiones compartida.
·        Identificar líderes y actores centrales Permite examinar la distribución del poder entre los diferentes actores implicados. Esta información puede ser útil para regular la representatividad y el equilibrio de poder en la toma de decisiones.
·        Evaluar la integración intra e intersectorial

 

Consiste en examinar la articulación entre los diferentes subgrupos que componen la red, a veces a través de la identificación de intermediarios. La coordinación entre grupos de actores diversos permite la gestión integral del socio-ecosistema.
·        Contribuir a la planificación estratégica La identificación de los actores clave y sus relaciones genera una visión compartida y se puede utilizar para suscitar la acción colectiva. En este caso el análisis de redes es un catalizador de la implicación de los actores y de la formación de relaciones.
·        Facilitar la resolución de conflictos El diagnóstico de las dinámicas de poder facilita la realización de negociaciones. El mapa de relaciones proporciona una representación comprehensiva de los grupos de actores y sus relaciones entre sí, lo cual permite guiar el proceso de negociación.

 

Por consiguiente, el análisis de redes proporciona una visión estructural sobre los patrones de gobernanza, permite describir la distribución del poder y sirve para evaluar cómo se integran la heterogeneidad de actores en la gestión del socio-ecosistema. En el siguiente apartado ilustramos con un caso del Algarve, en el sur de Portugal, cómo la interacción con los servicios ecosistémicos les da forma a las relaciones de conflicto y cooperación de las partes interesadas que comparten un mismo territorio. En este caso una estrategia de gobernanza pertinente y efectiva requeriría promover el consenso en un contexto de relaciones intergrupales potencialmente conflictivas.

Partes interesadas e intermediarios en la Campina de Faro (sur de Portugal)

El acuífero Campina de Faro es una formación hidrogeológica que ocupa una superficie de 86,4 km² en el Algarve, al sur de Portugal. Está compuesto por dos subsistemas diferenciados (uno de carácter superficial y otro, un depósito inferior), que desaguan directamente en el Atlántico. Abarca los condados de Faro, Loulé y Olhão. La zona cuenta con áreas protegidas de alto valor ecológico que forman parte del Parque Natural de la Ría Formosa. El acuífero está sometido a una fuerte presión por la extracción intensiva de agua, especialmente para usos agrícolas y ganaderos. En algunas zonas se ha detectado una alta concentración de nitratos, posiblemente asociada con el uso de fertilizantes (Costa et al., 2015). Además, a través del intercambio de fluidos, la contaminación se transfiere directamente entre los acuíferos superficial y profundo (Almeida & Silva, 1987; Stigter, Ribeiro & Dill, 2006).

El desarrollo turístico costero también se ha visto reflejado en un aumento del consumo de agua. Así, en zonas como Vale de Lobo ha desembocado en situaciones de sobreexplotación, con una sensible reducción de los niveles hídricos (Almeida, Mendonça, Jesus & Gomes, 2000). Una de las actividades que ha tenido más impacto en este sentido es el turismo de golf (Videira et al., 2006). Consecuentemente, se producen episodios de intrusión de agua marina con la consiguiente contaminación salina (Da Silva, Bocanegra, Custodio, Manzano & Montenegro, 2010; Stigter et al., 2009). Una de las estrategias para afrontar la situación ha consistido en la implementación de sistemas de recarga de acuíferos (San-Sebastián-Sauto, Fernández-Escalante, Calero-Gil, Carvalho & Rodríguez-Escales, 2018) o en la desalinización (Serra, do Rosário Cameira, Cordovil & Hutchings, 2021).

Los usos turísticos y agrícolas de la zona tienen un tipo de impacto equivalente sobre los acuíferos. Aunque las consecuencias puedan variar en intensidad, en ambos casos ejercen una presión relacionada con el consumo intensivo de agua y tienen efectos de contaminación potenciales. En la agricultura se utilizan nitratos como fertilizantes que pueden afectar a la calidad del agua, mientras que el consumo excesivo asociado al turismo puede reducir los niveles hídricos y aumentar la salinidad a través de la intrusión de agua marina. Por otro lado, el turismo y la agricultura conforman sectores económicos que tienden a reforzarse mutuamente en el ámbito local.

Sin embargo, los usos turísticos y agrícolas varían en la relación que mantienen con las acciones de protección ambiental y, en general, con las iniciativas de sostenibilidad. Los agricultores han mantenido tradicionalmente una relación conflictiva con el movimiento ecologista, mientras que los atractivos ambientales se han utilizado en ocasiones como un factor de desarrollo turístico. Esto ha hecho del turismo un elemento central, con capacidad para articular el desarrollo económico local.

En la Campiña de Faro confluyen fuertes presiones agrícolas y turísticas sobre los acuíferos. Entre los actores más relevantes destacan los organismos de la administración pública, tanto a nivel regional como nacional, encargados de garantizar el suministro de agua para consumo humano y el tratamiento de las aguas residuales, a la vez que regulan y supervisan al resto de partes interesadas en el sector[4]. Por su parte, la sociedad civil se organiza en torno a una plataforma ciudadana con representantes de una serie de entidades sociales defensoras del patrimonio cultural y natural del Algarve[5]. Las iniciativas de protección ambiental y fomento de la sostenibilidad tienen una relación desigual con el sector agrícola y con el sector turístico: el primero es el mayor consumidor de la red de agua y de los acuíferos, mientras que el segundo es un eje decisivo en el desarrollo local. De acuerdo con ello, en la Figura 1 presentamos el potencial de intermediación del sector turístico local.

El plan hidrológico de la cuenca señala que en la zona oriental la calidad de las aguas subterráneas es de mala calidad, por los nitratos procedentes de la agricultura. En la zona occidental se sufre, en cambio, un problema de cantidad de agua, especialmente por el consumo asociado a la presión turística. Los episodios de sequía han contribuido a que tanto el sector agrícola como el sector turístico perciban la necesidad de actuar con urgencia. A ello se une el aumento de los costes de extracción del agua, que hace que la población en general esté más concienciada de la necesidad de sacar el máximo aprovechamiento al agua disponible.

En este contexto, uno de los retos principales consiste en generar soluciones que integren las aportaciones de usuarios con intereses diversos, al mismo tiempo que se tiene en cuenta la investigación hidrogeológica reciente[6]. Esto conlleva también en parte una transformación de las prácticas de la administración pública, que tradicionalmente ha realizado una gestión basada en la construcción de infraestructuras.

Como también se ha observado en otros contextos geográficos, en este caso la toma de decisiones está altamente centralizada en la administración pública. En parte como reacción a ese escenario, la sociedad civil se organiza en redes de defensa del patrimonio medioambiental. Sin embargo, hay otros actores que son usuarios directos de la cuenca hidrográfica para usos agrícolas y turísticos. El examen sistemático de las redes de actores en este caso podría servir tanto para facilitar la descentralización en la toma de decisiones como para facilitar una gestión consensuada de los recursos hídricos.

Figura 1. Los productos agrícolas son un atractivo turístico, por lo que existe una sinergia natural entre la afluencia de turistas y el sector primario. Las organizaciones de protección ambiental consideran que las explotaciones agrícolas son las principales consumidoras de agua de los acuíferos y una de las principales amenazas a la sostenibilidad de la región. La relación es más ambivalente con el sector turístico. Pese a que los actores turísticos aumentan la presión poblacional sobre el consumo de agua, también contribuyen a preservar el patrimonio ambiental y cultural de la región. Esto hace del turismo un eje con mayor potencial de intermediación entre las diferentes partes interesadas.

Conclusión

La participación ciudadana en la gobernanza del agua se expresa en diferentes modalidades e intensidades. El mismo término de “participación” se utiliza cuando se proporciona información a la ciudadanía, cuando determinadas propuestas de la administración se someten a consulta pública, cuando se crean comités con una representación de los diferentes actores implicados, cuando se desarrollan modelos de cogestión entre el gobierno y la sociedad civil, o cuando se transforma la estructura de la toma de decisiones para dotar de mayor poder a los grupos marginados (O’Faircheallaigh, 2010). Cada modalidad (o grado) de participación puede ser más o menos pertinente dependiendo del problema que se quiere afrontar. En cualquier caso, conviene especificar a qué nos referimos cuando hablamos de participación. En la práctica, sondear la opinión de la población, promover una representación heterogénea en los foros de toma de decisiones o dotar de mayor poder a determinados colectivos supone poner en marcha procesos políticos claramente diferenciados.

Ser explícito y específico en el uso del concepto tiene al menos dos implicaciones: No solo pone en duda el supuesto de que “mientras más participación mejor”, sino que nos empuja incluso a cuestionarnos que la participación sea siempre por defecto la mejor opción. Un estudio con una amplia cobertura internacional encontró que la participación en el intercambio de agua, ya fuese como donantes o como receptores, se asociaba con una mayor probabilidad de percibir malestar y conflicto (Wutich et al., 2022). Aunque gran parte de la investigación académica se ha centrado en los procesos de colaboración, son muchos los casos en los que la existencia de intereses contradictorios sobre el uso de los recursos naturales sale a relucir (Bodin, Mancilla-García & Robins, 2020). Por eso, pese a los beneficios observados de la cooperación en la gobernanza ambiental, parece justificado adoptar una perspectiva pragmática en la que se valore cuándo conviene recurrir a la participación (y cuándo no), qué tipo de participación es pertinente en cada caso y qué se espera que la participación aporte al proceso político. Referirse a la participación de manera genérica, como una panacea para todo tipo de problemas, resulta poco sensible a la diversidad de situaciones a las que normalmente se enfrenta la gobernanza del agua.

Sin embargo, cuando descendemos a un plano operativo, hemos encontrado que la participación facilita la inclusión de la comunidad en la toma de decisiones, puede compensar los desequilibrios de poder y contribuye a adoptar una visión integral del ecosistema. En primer lugar, la mera inclusión de la comunidad en las políticas del agua contribuye a democratizar la toma de decisiones y mejora la pertinencia de las actuaciones, especialmente por lo que respecta a los colectivos más desfavorecidos (Hossen, & Wagner, 2016). Se ha comprobado experimentalmente que el monitoreo por parte de la comunidad mejora la gestión de los recursos comunes en todo tipo de contextos socio-geográficos (Slough et al, 2021). En segundo lugar, la participación es una vía para representar la diversidad de intereses que confluyen en un mismo escenario socio-ecológico. Resulta paradójico encontrarse reiteradamente con la concentración de poder en los actores gubernamentales, pese a que la gobernanza colaborativa se propone como una alternativa horizontal en la toma de decisiones. Parte del potencial del análisis de redes está precisamente en servir de herramienta para mejorar la representatividad de los actores participantes y contribuir indirectamente a la distribución de poder (Lienert, Schnetzer & Ingold, 2013). En tercer lugar, la consideración de diferentes partes interesadas facilita la adopción de un enfoque sistémico o bio-regional, que asume una visión integrada del conjunto de recursos de una cuenca hidrográfica y promueve una gestión integrada de los recursos hídricos (Huitema et al., 2009). Tal y como indican Magdala, Eden & Shamir (2017), «los problemas de gestión y gobernanza del agua abarcan muchos componentes relacionados entre sí, que solo pueden abordarse adecuadamente al comprender sus interconexiones» (p. 6).

La participación ciudadana puede mejorar la calidad y la legitimidad de las decisiones políticas (Ianniello, Iacuzzi, Fedele & Brusati, 2019). Para que eso ocurra se tienen que dar una serie de condiciones que faciliten la interacción de largo plazo de un conjunto de actores diversos con un nivel adecuado de reconocimiento institucional[7]. Tal y como hemos mostrado, la adopción de una perspectiva estructural puede ser un medio efectivo con el que mejorar la representatividad y el funcionamiento integrado de las partes interesadas en la gobernanza del agua.

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[1] De hecho, incluso se ha indicado que bajo determinadas circunstancias la participación puede tener consecuencias negativas (Cooper and Elliott, 2000; Lawrence, 2003).

[2] En Kenia se ha documentado cómo las estrategias de gobernanza integrada no consiguieron mejorar la coordinación entre los actores locales, reduciendo la efectividad de las medidas de conservación del agua (Ngaruiya, Scheffran & Lang, 2015).

[3] Es decir, la gobernanza de lo que se ha dado en llamar, respectivamente, “agua azul” y “agua verde”.

[4] E. g. la Entidade Reguladora dos Serviços de Águas e Resíduos (ERSAR); el Conselho Nacional da Água, que forma parte de la Agência Portuguesa do Ambiente; la administración hidrográfica regional; o la empresa Águas do Algarve, que es concesionaria de los sistemas municipales de abastecimiento de agua y saneamiento en el Algarve.

[5] La Plataforma Água Sustentável integra, entre otras entidades, a representantes de A Rocha; Água é Vida; AlmargemAssociação de Defesa do Património Cultural e Ambiental do Algarve; CIVIS – Associação para o Aprofundamento da Cidadania Faro; 1540- Associação de Defesa e Promoção do Património Ambiental e Cultural de Faro; Glocal Faro; Quercus- Associação Nacional de Conservação da Natureza; y Regenerarte- Associação de Proteção e Regeneração dos Ecossistemas.

[6] Resulta prioritario conocer las dinámicas de intrusión de aguas salinas en el acuífero, así como su relación con la escasez de agua.

[7] Las estrategias participativas pueden contribuir a crear el clima político que permita trabajar los objetivos de desarrollo comunitario a largo plazo (Paneque-Salgado et al., 2009).


La transformación del espacio público

Alcalá de Guadaíra, 22 de febrero, 20.00 horas

***

El Foro Oromana ha programado una mesa redonda sobre las nuevas formas de participación y voluntariado. Tendrá lugar el próximo jueves 22 de febrero a las 20.00 en Alcalá de Guadaíra. A continuación se describe brevemente el contenido de la actividad.

La transformación del espacio público: nuevas formas de participación y voluntariado

En las últimas décadas se han transformado las formas de participación y voluntariado. Las organizaciones no gubernamentales han experimentado un proceso de profesionalización y han potenciado el componente de prestación de servicios. Las generaciones más jóvenes se vinculan con el mundo asociativo de una manera más puntual y con un nivel de compromiso menor. Al mismo tiempo, han aumentado las pautas de comportamiento individualista, orientadas a la satisfacción personal. En este contexto, las entidades sociales se enfrentan a grandes dificultades para implicar a los miembros de la comunidad de manera continuada. Generar un compromiso de largo plazo en afiliados, voluntarios y participantes se convierte en todo un reto para las organizaciones que promueven la participación. En la mesa redonda organizada por el Foro Oromana se discutirán cuáles son las estrategias que resultan efectivas en el fomento del voluntariado en la actualidad.

Participan:

  • Armando Rotea Molero, Presidente de la Plataforma Andaluza de Voluntariado.
  • Isidro Maya Jariego, Profesor Titular de Psicología Social de la Universidad de Sevilla.

Modera:

  • Antonio Sánchez, Presidente del Foro Oromana.

8 principios y 8 programas ejemplares de participación y voluntariado

Recomendaciones basadas en la evidencia

En las últimas semanas hemos publicado una colección de recomendaciones basadas en la evidencia científica para fomentar el voluntariado y la participación comunitaria. En primer lugar, hemos resumido cuáles son los principios de las acciones efectivas para promover la participación. En segundo lugar, hemos presentado 8 programas ejemplares que resumen intervenciones con las que mantener la motivación del personal voluntario, gestionar la acción voluntaria organizada y sistematizar la práctica de la participación.

  • En este enlace se puede descargar la colección completa de infografías en PDF [Infografías] [Infografías]
  • También está disponible en inglés [PDF]

Convocatoria de 2 becas en psicología

Colors by josef.stuefer (CC BY 2.0)

4744/0227 Convocatoria de beca: Grado en Psicología y/o Máster en Psicología

El Laboratorio de Redes Personales y Comunidades «convoca a concurso de méritos dos becas, según lo establecido en la normativa de “Nombramiento de becarios con cargo a contratos, convenios y proyectos de I+D” de la Fundación de Investigación de la Universidad de Sevilla, para colaborar en el contrato de investigación titulado “Oficina técnica para la elaboración del I Plan Estratégico Integral de Voluntariado y Participación Ciudadana en Andalucía» (CP: 4744, CGT: 0227), del que Isidro Maya Jariego es profesor responsable y que se realiza en el Departamento de Psicología Social.
  • Descarga las condiciones de la beca y los requisitos de los solicitantes [pdf]
  • Consulta la lista de publicaciones y proyectos del LRPC.

Introducción a la psicología comunitaria

#ISyC

Un libro de acceso abierto para iniciarse en la psicología comunitaria

El doctor Leonard Jason, profesor de la DePaul University en Chicago, ha liderado a un grupo de académicos y expertos en intervención psicosocial para editar un manual de psicología comunitaria de acceso abierto.

El libro es un texto introductorio, escrito en un lenguaje accesible, que pretende mejorar la visibilidad de la psicología comunitaria tanto en el ámbito académico como en el ámbito profesional. Pretende facilitar un primer acercamiento, no excesivamente técnico, a los modelos y estrategias de intervención comunitaria; con cierto énfasis en las acciones de movilización comunitaria y cambio social. Se trata de un libro de texto de acceso abierto, disponibles en la plataforma electrónica Rebus, dirigido a «la nueva generación de psicólogos comunitarios». En la presentación del mismo se indica:

«Este libro le mostrará cómo analizar, investigar y abordar de manera integral los problemas de la desigualdad económica, la violencia, el abuso de sustancias, la falta de vivienda, la pobreza y el racismo. El libro aporta herramientas para asociarse con miembros de la comunidad y con las organizaciones comunitarias para promover una asignación equitativa de recursos y oportunidades.»

En la publicación han contribuido más de 40 co-autores, con una cobertura internacional, y estará conectado a la formación de nuevos profesionales a través de la Sociedad para la Investigación y la Acción Comunitarias, de la American Psychological Association. Cada capítulo incluye ejercicios prácticos, casos de intervención, videos y cuestionarios, junto con oportunidades para la reflexión sobre la acción comunitaria.

Referencia y acceso a los contenidos

  • Leonard A. Jason, Olya Glantsman, Jack O’Brien, and Kaitlyn Ramian (Eds). Introduction to Community Psychology. Becoming an Agent of Change. Rebus: Montreal, Quebec, Canada. [Acceso abierto]

El libro incluye un capítulo elaborado por miembros del Laboratorio de Redes Personales y Comunidades, en el que se presenta el concepto de Intervención Comunitaria. Para ello, a través de casos de intervención concretos, se presentan los conceptos de efectividad, implementación e investigación-acción.

  • Maya-Jariego, I. & Holgado, D. (2019). Community Interventions. In Leonard A. Jason, Olya Glantsman, Jack O’Brien, and Kaitlyn Ramian (Eds). Introduction to Community Psychology. Becoming an Agent of Change. Rebus: Montreal, Quebec, Canada. [Acceso abierto]

Resumen del 12º Congreso Andaluz del Voluntariado

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Diciembre comienza conmemorando el día 1 el Día Mundial de la Lucha contra el Sida, continúa el día 3 con el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, le sigue el Día Internacional del Voluntariado (día 5) y el 10 el de los Derechos Humanos.  Multitud de eventos se suceden, por tanto, en estas fechas, para sensibilizar, divulgar y concienciar sobre todas estas causas que son de interés común y que nos hacen progresar hacia una sociedad inspirada en valores democráticos y compromiso social.

Desde el LRPC, tuvimos ocasión de participar en el 12º Congreso Andaluz del Voluntariado, celebrado recientemente en la Universidad de Almería.  Concretamente, en la elaboración de las conclusiones sobre las ideas compartidas en sus áreas de trabajo.  Se trataron temas como el aprendizaje-servicio, la medición de competencias en el voluntariado y nuevas formas de participación. Resumimos a continuación las ideas más importantes:

Voluntariado y Aprendizaje-Servicio

Los programas de Aprendizaje-Servicio integran en el itinerario educativo formal actividades en contacto con la vida sociocomunitaria. En e-voluntas hemos hablado en alguna ocasión de esta metodología.  Pueden abarcar desde las primeras etapas educativas hasta las más tardías. Los centros educativos asumen, por tanto, un papel activo en dinamizar la vida social de la zona, diversificando las experiencias de aprendizaje basado en valores. Se fomenta, por tanto, una cultura de participación a lo largo del ciclo vital y que, sin llegar por qué desembocar en el voluntariado, lo define como uno de sus antecedentes más atractivos.  Resumimos las ideas-fuerza:

  • La experiencia debe ser significativa en lo social y relevante en lo formativo.
  • Es vital la implicación del centro educativo, el liderazgo de un profesorado comprometido con metodologías innovadoras, el apoyo de la dirección. El papel de las familias como facilitadoras de las actividades. Y, fundamentalmente, un conjunto de estudiantes con compromiso por involucrarse en su realidad.
  • En los primeros pasos, puede requerir de asistencia técnica, bien el profesorado, bien por alianzas con otras experiencias similares. El papel de las instituciones para asesorar a los centros más motivados es importante.
  • Como resultado, se define a los centros educativos como recursos para la comunidad, donde se refuerza un aprendizaje basado en valores y en competencias para diferentes ámbitos: laboral, ciudadanía, emocional, etc.

Algunas de las experiencias que se presentaron fueron las siguientes:

Reconocimiento de competencias

La experiencia de voluntariado puede dar a conocer competencias no siempre adquiridas en el sistema educativo formal, más centrado en la adquisición de conocimientos. Las iniciativas presentadas fueron las siguientes:

El enfoque centrado en competencias ofrece interesantes posibilidades para la gestión de los recursos de voluntariado. Por ejemplo, a la hora de diseñar la formación, los procesos de supervisión de la actividad voluntaria. También el reconocimiento formal de su actividad.

En este sentido, también se recomienda una lectura del Proyecto E-VOC. Iniciativa europea formación en línea sobre la validación de las
competencias en el sector voluntario europeo.

Nuevos voluntariados

Este espacio de trabajo agrupó a diferentes experiencias bajo el denominador común de contribuir al debate de la constante evolución que caracteriza al movimiento de voluntariado. Se presentaron experiencias a través de las cuales el voluntariado contribuye de algún modo a la mejora de las condiciones de vida de la población participante, al tiempo de ofrecer alternativas de convivencia basada en valores como la participación, la  diversidad y la igualdad de oportunidades. Las experiencias presentadas fueron las siguientes:

  • II Plan de Infancia y Adolescencia de Andalucía: Una de cuyas líneas estratégicas está dedicada a la promoción de la participación ciudadana y el voluntariado en la juventud. 
  • Asociación Andaluza de Epilepsia: Ápice. Que presentó su programa de voluntariado inclusivo a través del cual se dinamiza en torno a la participación un conjunto de colaboraciones que trascienden la mera prestación asistencial de un servicio.
  • Asociación Ura-clan. Este club de rugby inclusivo propone el deporte como estrategia de integración social. Han logrado la consolidación de una comunidad basada en la diversidad a través del deporte, sus valores y su filosofía.
  • Asociación Rumbo Solidario. Fundación Vicente Ferrer. Asociación cordobesa cuya propuesta solidaria consiste en la promoción de actividades deportivas con fines solidarios.
  • Confederación de Mayores Activos – Confemac. Entidad que presenta su plataforma de formación online en la que se ha diseñado una experiencia de formación online para el voluntariado.
  • Asociación Madre Coraje. El voluntariado con el que cuentan es muy diverso, en sí misma esta entidad es un ejemplo de convivencia intergeneracional en la promoción de valores solidarios y de transformación social.
  • Asociación Amigos de Mayores en la Red (Mayor-Net). Combinan actividades de alfabetización digital con la configuración de espacios sociales, sensibilización, concienciación y difusión a través de las TIC de iniciativas solidarias, de las que su blog es un buen ejemplo.

Conclusiones

El voluntariado mantiene intactas su versatilidad para ofrecer respuestas a las necesidades de la población. La diversidad en su composición interna, la heterogeneidad de enfoques y su capacidad de adaptación a entornos cambiantes los configuran como una de las expresiones solidarias más complejas. En este congreso se ha puesto de relieve la definición de espacios comunitarios alternativos en los que la población tradicionalmente considerada receptora pasiva de servicios pasa a un papel activo en la reivindicación de un mayor protagonismo en la vida pública.

El ejercicio del voluntariado tiene efectos positivos a diferentes niveles. Para las personas, grupos y contextos receptores de la ayuda las consecuencias son lógicas. Pero también para las personas voluntarias. Se han constatado los beneficios psicológicos del ejercicio del voluntariado, que oscilan desde los sentimientos de utilidad, bienestar o salud, entro otros. Cabe citar que el ejercicio de la solidaridad en edades tempranas tiene consecuencias también positivas en la vida adulta. Los programas de aprendizaje-servicios serían una manifestación de  esta idea. Este hecho nos invita a diseñar políticas públicas desde una perspectiva de ciclo vital, de manera que se cualquier persona tenga la oportunidad de contribuir solidariamente a la mejora de su entorno. Supone un reto de madurez para el tejido asociativo andaluz y para sus políticas públicas.

Durante las áreas de trabajo se ha enfatizado la definición del voluntariado como una experiencia significativa en la vida de las personas. En este proceso de identificación de la persona con su actividad voluntaria tiene un peso importante los elementos organizativos. La gestión estratégica que las entidades de voluntariado realicen sobre los programas, sus recursos y el voluntariado puede predecir el mantenimiento de la actividad de  voluntariado en el tiempo. En este sentido, cabe citar las actividades de reconocimiento y acreditación de las competencias adquiridas durante el voluntariado. Es un debate que ha pasado al primer plano de la actualidad del voluntariado con la aprobación de la ley. 

En suma, la aprobación de la ley 4/2018, de 8 de mayo, Andaluza del Voluntariado ha supuesto un avance en la consolidación del fenómeno del voluntariado como una de las expresiones solidarias más visibles de nuestro tiempo. Algunas de sus consideraciones son las siguientes:

a) Se han definido los campos de intervención de una manera más moderna,
b) Se han reconocido derechos y deberes también a las personas destinatarias de la ayuda
c) Se han incorporado con roles más definidos a empresas y universidades como actores sociales relevantes en la promoción del voluntariado.
d) Se ha definido el programa de voluntariado como el eje estratégico de la colaboración entre las personas, entidades y los contextos de intervención.
e) Se ha facilitado la posibilidad de participación de adolescentes y jóvenes en las entidades de voluntariado
f) Se han integrado procesos comunitarios de participación como precursoras del voluntariado, como el caso de las experiencias de aprendizaje-servicio
g) Se han sentado las bases para la dinamización de la gestión asociativa a partir de un enfoque centrado en competencias.

Naturalmente, estos avances implican un reto para instituciones, entidades, protagonistas del voluntariado, empresas y universidades, de las que este congreso ha sido un espacio de debate conjunto para establecer prioridades y responsabilidades compartidas. El voluntariado, por tanto, sigue manteniendo vigente su vocación de progreso democrático en los territorios que, como Andalucía, tiene una presencia cada vez más visible.


Experiencias de participación de un psicólogo comunitario

Melissa Mongiat (CC BY-NC-SA 2.0)

Algunas lecciones aprendidas sobre voluntariado, implicación cívica, competencias personales y cohesión local

Durante el último año he participado como voluntario en la sección “pregunte a un asesor” de la Caja de Herramientas Comunitarias. Uno de los temas recurrentes en las preguntas de los usuarios es cómo aumentar la participación de la comunidad. La participación es un valor central de la psicología comunitaria (Chavis & Wandersman, 1990; Dalton, Elias & Wandersman, 2001; Rappaport, 1987; Zimmerman, 2000). Las asociaciones y las organizaciones de base ofrecen oportunidades para desarrollar relaciones, ejercer el compromiso personal con determinadas causas sociales y desplegar diferentes formas de acción colectiva (Christens & Speer, 2011; Florin & Wandersman, 1990; Wandersman & Florin, 2000).

Es habitual que cualquier psicólogo comunitario acumule experiencias de participación a lo largo de su vida personal y profesional. El empoderamiento y la implicación de la comunidad aparecen de manera transversal en todo tipo de iniciativas de cambio social. En mi caso, desde que un grupo de amigos creamos una asociación cultural juvenil, he estado vinculado a diferentes organizaciones comunitarias y asociaciones profesionales. Desde entonces, he estado involucrado en un periódico local, en la financiación de causas comunitarias y en la contribución a una asociación ambiental, por mencionar algunos.

La mayoría de estas experiencias no las he tenido en calidad de psicólogo comunitario. Sin embargo, han resultado fundamentales en mi comprensión de los procesos de organización comunitaria y de las prácticas que promueven la cohesión social. A continuación, desarrollo una breve reflexión personal sobre dichas experiencias. Me detendré en mostrar cómo la participación guarda una relación directa con el desarrollo de competencias personales y mejora la integración comunitaria. Además, veremos varios ejemplos que ilustran cómo la participación efectiva se basa en la persistencia, el desarrollo progresivo de relaciones y la administración de incentivos con los que mantener la implicación a lo largo del tiempo.

La participación como aprendizaje

La primera experiencia de voluntariado en la que recuerdo haber participado consistió en clasificar medicinas que se enviaban a países africanos. Yo tendría unos seis o siete años. Mi madre me llevaba a una asociación de cristianos de base que recogía alimentos y medicinas para remitirlos a iniciativas de cooperación al desarrollo sobre el terreno. La tarea era tan sencilla que podía hacerla un niño. Primero mirábamos la fecha de caducidad para garantizar que la medicación no estaba en mal estado y que todavía tenía unos meses por delante para poder ser utilizada con garantías. Luego separábamos los antibióticos del resto y los organizábamos según una lista de prioridades. Con el tiempo se introdujeron regulaciones en la distribución de medicamentos, con criterios de salud pública y control farmacéutico, que impidieron que esa actividad siguieran haciéndola este tipo de asociaciones. Yo era tan pequeño que clasificar cajas de pastillas y jarabes no dejaba de ser un juego al que dedicaba dos tardes por semana. Sin embargo, aquellas experiencias iniciales de colaboración desinteresada (para atender las necesidades sociales de otras personas a las que yo no conocía), fueron posiblemente, sin saberlo, un antecedente necesario de la participación cívica posterior. Los psicólogos comunitarios sabemos que la participación temprana en acciones de voluntariado predice la implicación comunitaria durante la vida adulta (Guillaume, Jagers & Rivas-Drake, 2015; Lawford & Ramey, 2017).

Años más tarde he coordinado proyectos de cooperación internacional en Colombia y Perú. “Edúcame Primero” es una iniciativa para la prevención del trabajo infantil que normalmente se aplica en colegios, y que consiste en desarrollar acciones psicoeducativas con niños en situación de riesgo psicosocial, junto con sus familias (Maya Jariego & Holgado, 2014; Maya Jariego, 2017). Con la ayuda de becas de formación solidaria de la Universidad de Sevilla, pequeños grupos de estudiantes participaron durante algunos años en la implementación del programa. El voluntariado internacional les proporcionaba una experiencia intercultural y les permitía conocer de primera mano las condiciones de exclusión en los barrios periféricos de las grandes ciudades latinoamericanas. Cuando finalizó el programa en Lima (Perú), visitamos a cada uno de los colegios participantes en el programa para hacerles entrega de un lote de libros de lecturas infantiles, con cuentos y clásicos de la literatura en español. Repartir los libros directamente a los niños para que los colocaran en los anaqueles de la biblioteca del colegio es uno de los momentos más emocionantes que me ha proporcionado la intervención comunitaria. En mi caso me inicié en la lectura cuando era adolescente con una colección de bolsillo con libros de Mario Vargas Llosa, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y otros clásicos del boom literario hispanoamericano. Repartir libros en algunos colegios de Latinoamérica, es decir llevar literatura de vuelta al otro lado del Atlántico, significaba devolver parte de lo que había recibido. Por eso lo viví como un gesto de gran justicia poética.

Terceros lugares en la comunidad local

Pese a estas incursiones en la cooperación internacional, las iniciativas a las que les he dedicado más tiempo se han desarrollado en el ámbito local. He de decir que esto ha ocurrido con especial intensidad en dos etapas diferentes. A principios de los 1990 fundamos un periódico en Alcalá de Guadaíra, una ciudad de tamaño medio en el entorno metropolitano de Sevilla. “La Voz de Alcalá” surgió como un medio independiente de base comunitaria, en un contexto en el que aparecían los primeros casos importantes de corrupción política en España y considerábamos necesario darle voz a los colectivos con menos poder en la comunidad local. El periódico articuló su línea editorial en torno al valor de la participación ciudadana. Creamos una sección, denominada “Tribuna abierta”, en la que cuatro invitados debatían cada semana sobre un tema de interés local. La combinación de la participación abierta con una amplia representación de la diversidad de puntos de vista contribuyó de manera efectiva al debate público y a generar una visión compartida sobre los problemas locales.

Con una filosofía muy parecida surgió también el “Foro Oromana”, una asociación cultural en cuya creación participé una década más tarde. En este caso la actividad principal consistía en organizar conferencias y debates sobre el modelo de ciudad. El contenido de los encuentros oscilaba desde las sesiones de planeamiento urbano estratégico a las mesas redondas con los candidatos a la alcaldía. El foro ciudadano se definió desde su inicio como “un lugar de encuentro entre alcalareños”. Concebíamos la asociación como un “tercer lugar” (Oldenburg, 1989) en el que los vecinos pudieran reunirse informalmente y mantener una conversación. Este tipo de espacios públicos contribuyen a una vida comunitaria activa, facilitan la conexión entre ciudadanos de diferente ideología o condición, y promueven el sentido de comunidad. En los dos casos –el periódico y el foro-, nos basamos durante un largo periodo meramente en la participación voluntaria. Con el tiempo se institucionalizaron y mejoraron su funcionamiento. Sin embargo, aquellos inicios participativos contribuyeron a formar un núcleo de participantes comprometidos que posiblemente influyeron, junto con otros factores, en que dos o tres décadas después ambas asociaciones aún sigan en activo.

Como puede comprobarse en cualquier escenario local, los estudios comunitarios han puesto de manifiesto que la vida asociativa es un ámbito fundamental de socialización y de transformación personal. Permite desplegar los valores y la conciencia crítica en el plano individual, y es un catalizador del sentido de eficacia colectiva (Chavis & Wandersman, 1990; Florin & Wandersman, 1990).

La transparencia de la participación en comunidades virtuales

También he tenido la oportunidad de implicarme activamente en varias comunidades virtuales, y en momentos puntuales he ejercido de voluntario en línea. Aunque no hay nada “virtual” en la participación online (Cravens & Ellis, 2014), me gusta utilizar, por su valor evocativo, el término que popularizó Howard Rheingold (1993). Durante muchos años he sido administrador de “E-Voluntas”, una lista de correo electrónico en la que participan voluntarios, gestores de voluntariado e investigadores. Empezó a funcionar en 2002, con la intención de “crear un canal iberoamericano sobre voluntariado, sociedad civil e intervención comunitaria”. Los contenidos giraban fundamentalmente en torno al intercambio de experiencias en la región y la sistematización de la práctica del voluntariado. Durante el primer año de funcionamiento, hicimos una traducción participativa de “la guía de voluntariado virtual” (Ellis & Cravens, 2000). Para todos los participantes fue nuestra primera experiencia de voluntariado en línea. Nos permitió explorar el potencial de las tecnologías de la información para la colaboración en red y la movilización ciudadana. Con aquella experiencia pionera no sólo comprobamos que se podía hacer voluntariado a distancia de manera efectiva, sino que también nos reveló el potencial de los espacios virtuales para la acción comunitaria.

Antes de que Twitter, Facebook y WhatsApp transformaran el ecosistema de la comunicación online, algunas listas de correo adquirieron un papel destacado entre las comunidades mediadas por ordenador más activas (Rheingold, 1993, 2000). Los foros virtuales proporcionan un medio transparente, que facilita la observación, la monitorización y el registro del grueso de la interacción que tiene lugar entre sus miembros. Esto hace de ellos, en mi opinión, un buen contexto en el que aprender estrategias de dinamización de grupos y “gestión comunitaria”. Cuando administras una lista de correo caes en la cuenta de que es importante recibir al menos un mensaje por semana, para mantener la atención continuada de los suscriptores. También se hace necesario responder a cualquier contribución, por incipiente que sea, y reforzar los pequeños logros. La participación es un proceso de medio y largo plazo, que requiere persistir en los objetivos. El administrador ejerce un liderazgo que establece el tono inicial en la lista de correo y contribuye decisivamente a la cultura del grupo. Poco a poco se va generando un núcleo de participantes activos que proporciona a los foros efectivos una estructura centro-periferia. El foro alcanza su madurez cuando los miembros de la periferia pasan a reforzar el núcleo activo, de forma que se mantiene la dinámica global incluso cuando alguno de los miembros centrales adopta un rol más pasivo. La acción participativa se caracteriza por su sostenibilidad. Con la interacción prolongada en el tiempo, la historia compartida y el desarrollo del sentido de comunidad, se va generando un sistema de intercambio de apoyo generalizado, basado en la reciprocidad, del que se benefician tanto los participantes como los observadores pasivos. Se convierte, entonces, en un recurso de valor público.

Cómo aumentar la participación

Promover la participación comunitaria es, en definitiva, una tarea muy compleja. Cuando los usuarios de la Caja de Herramientas me preguntan por este tema, evito las respuestas de carácter eminentemente teórico e intento trasladar algunas de las lecciones aprendidas en mi propia experiencia de participación. Las he resumido en la Tabla 1.

Mi recomendación suele consistir en prestar atención a las competencias de los participantes, los escenarios de interacción y la formación de un grupo cohesivo con sentido de pertenencia. Tanto los líderes como las organizaciones tienen un papel fundamental en la participación comunitaria efectiva. Además, los espacios que son capaces de congregar a individuos y colectivos diversos cuentan con un valioso potencial para la construcción comunitaria. Finalmente, se trata de un proceso que se va construyendo progresivamente, a través de una historia compartida por los participantes, y que requiere de una red mínimamente estructurada en la que emerge el sentido psicológico de comunidad (Maya-Jariego, 2004).

Como la participación tiene un valor transversal en la acción comunitaria, las lecciones pueden trasladarse posiblemente a cualquier ámbito, con independencia del problema social o de la población con la que se trabaje. No importa cuál sea el contexto, la participación es un camino largo que se sostiene en la tenacidad, el desarrollo de relaciones personales y la construcción de escenarios compartidos.

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Para citar este artículo

Este artículo ha sido publicado en la sección «From Our Members» de The Community Psychologist. Por favor, utilice la siguiente referencia:

  • Maya-Jariego, I. (2018). Participation experiences of a community psychologist: Lessons learned about volunteering, civic involvement, personal competencies and local cohesion. The Community Psychologist, 51(2), 26-29.

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