El Guadaíra en bicicleta /1
Hemos subido en bicicleta por la Cañada Real hasta Morón. Paramos a desayunar y decidimos hacer el último tramo en coche. Echamos las bicis al maletero y seguimos la carretera que serpentea hasta el nacimiento del Guadaíra en la aldea de Pozo Amargo. En el mediodía de agosto, parece imposible que en ese secarral de colinas de piedemonte que se contempla desde el arcén pueda nacer ningún río. La cuenca es un manto pajizo abrasado por el sol, pese a las manchas de encinas y acebuches. Quedan también algunos árboles frutales junto a las ruinas del balneario de aguas termales, pero en su conjunto es un paisaje árido y desabrido.
Cerca del manantial de aguas sulfurosas del antiguo balneario, los vecinos han colocado un cartel para señalizar el nacimiento del río: se trata de un origen simbólico, arbitrario, que en este caso indica además un cauce seco y pedregoso. Aunque los viajeros más románticos busquen remontarse hasta el origen, los ríos tienen por regla general un inicio difuso que luego se concreta en un cauce definido. El paseante desprevenido quizás pueda aceptar sin gran resistencia que el primer reguero en el cauce alto se forme a partir de multitud de pequeños manantiales y aguas subterráneas, aunque probablemente le costará más asumir que el origen del Guadaíra, el día de su visita, es un cauce seco.
También es impreciso el origen geográfico. Estamos a un tiro de piedra del Peñón de Zaframagón y (un poco más lejos) en las inmediaciones de la Sierra de Cádiz. Como consecuencia de un pleito antiguo, el propio Pozo Amargo es hoy en el mapa una protuberancia de la provincia de Cádiz dentro de la provincia de Sevilla. De hecho, hubo una época en la que los habitantes de esta pedanía recurrían al doble empadronamiento en Morón y Puerto Serrano, igual que algunos de los cerros que se ven desde el balneario tienen un pie en Sevilla y otro en Cádiz.
El Guadaíra nace sin grandeza. En un modesto recodo de la carretera que conduce de Morón a Algodonales. El agua se filtra desde algunos peñascos anónimos de la subbética antes de formar un caudal que merezca el nombre de río. Sin embargo, son precisamente los días de estiaje los que demuestran la fuerza y la capacidad de resistencia de un flujo (pequeño pero permanente) que lleva la vida a una parte de la campiña sevillana antes de desaguar en el Guadalquivir. Sólo hay que pedalear un poco más para comprobarlo.
- Publicado en La Voz de Alcalá, 1-14 de marzo de 2021, página 22.