Para elegir un tratamiento necesitamos conocer qué estrategias de intervención cuentan con evidencia empírica previa. Desde que se inició la pandemia de COVID en 2019, los profesionales de la salud han sido especialmente conscientes de la necesidad de estar al día sobre el conocimiento científico disponible de las enfermedades y su tratamiento. Esto ocurre también en el ámbito de la intervención comunitaria.
Por eso se han desarrollado iniciativas de sistematización de la práctica, que pretenden resumir y organizar el conocimiento disponible sobre las intervenciones que resultan efectivas para afrontar diferentes problemas sociales. Dos de las iniciativas más conocidas son las siguientes:
Cochrane Library. Es un repositorio que se actualiza de manera continuada con información sobre ensayos clínicos controlados. Permite localizar cuáles son los tratamientos más efectivos para los diferentes problemas de salud.
Campbell Collaboration. En este caso se trata de una red de profesionales del ámbito de las ciencias comportamentales, que comparten resúmenes sobre planes, políticas y programas basados en la evidencia. Uno de los recursos más útiles de esta página consiste en la elaboración de revisiones sistemáticas breves, con un resumen en lenguaje coloquial.
Estas dos experiencias se centran sobre todo en la recopilación de estudios experimentales (o cuasiexperimentales) y de evaluaciones sistemáticas de programas. Una alternativa consiste en la elaboración de recomendaciones basadas en la práctica, recopilando lecciones aprendidas y aportando guías para la intervención. Es el caso, por ejemplo, de la What works clearinghouse.
Finalmente, también podemos encontrar inventarios de intervenciones para problemas específicos o en ámbitos concretos de intervención:
CASEL recopila intervenciones efectivas en el entrenamiento de las competencias sociales y afectivas.
Una mayor cobertura de la protección social contra la pobreza se asocia con una menor prevalencia del trabajo infantil
El 12 de junio se celebra el Día Internacional contra el Trabajo Infantil que este año tiene como lema «Protección Social Universal para Terminar con el Trabajo Infantil». Con ello la Organización Internacional del Trabajo recomienda una mayor inversión en sistemas de protección social para evitar la implicación temprana de los menores en actividades laborales que condicionan negativamente su desarrollo personal.
Desde que se inició el registro sobre la prevalencia del trabajo infantil en el mundo se ha observado una reducción progresiva del problema. Sin embargo, mientras que entre el año 2000 y 2016 el porcentaje de menores trabajadores descendió globalmente, en el periodo 2016-2020 se observó un aumento por primera vez en dos décadas. Según los datos de la OIT, a principios de 2020 existen 160 millones de niños trabajadores, es decir, un 10 por ciento en todo el mundo.
Estos datos muestran las dos caras del trabajo infantil. Por un lado, el aumento que se observa en África guarda una relación directa con el aumento de la pobreza, que es la principal causa de trabajo infantil. A su vez, ese incremento, en términos absolutos, se corresponde con el aumento de la población en el continente (pese a un descenso relativo del porcentaje de africanos que vive con menos de 1.9 dólares al día). Por otro lado, en casi todo el resto del mundo se sigue manteniendo el descenso progresivo del trabajo infantil que se viene observando desde el año 2000. Esto remite a un conjunto de políticas y programas que han resultado efectivos en la prevención del problema.
Concretamente, son prácticas basadas en la evidencia (1) las transferencias condicionadas de dinero en efectivo, (2) las coaliciones tripartitas, y (3) los programas de acompañamiento y refuerzo educativo. En primer lugar, las políticas que han obtenido mejores resultados consisten en proporcionar recursos económicos a las familias pobres, con el requisito de que sus hijos cursen la enseñanza obligatoria y se haga un seguimiento adecuado de su estado de salud. Se trata de programas que atienden a las causas del problema (principalmente, la pobreza), que aportan un incentivo para la implicación de las familias en la crianza de sus hijos, y que transforman tanto las expectativas familiares sobre la educación como sus aspiraciones sobre la vida que le espera al menor. En segundo lugar, la colaboración de los organismos internacionales de Naciones Unidas con los gobiernos locales, junto con el establecimiento de acuerdos entre los trabajadores y los empleadores, contribuyen a la creación de normas sociales con valor preventivo. En tercer lugar, el acompañamiento educativo personalizado y la implementación de programas psicosociales para la prevención del abandono escolar resultan enormemente efectivos.
También hemos aprendido que existen diversas modalidades de “trabajo infantil”, lo que hace necesario adaptar las intervenciones preventivas en cada caso. Aunque con frecuencia se utiliza el mismo término para referirse a cada modalidad, son muy diferentes las implicaciones psicológicas para los menores cuando colaboran con la actividad de subsistencia de sus familias, cuando realizan trabajos asalariados de bajo riesgo, cuando realizan trabajos peligrosos; o cuando realizan trabajos forzados o participan en actividades ilegales. Cada uno de ellos conlleva estrategias de prevención también diferentes.
Qué funciona en la protección social de los menores
Los datos muestran que en países de bajos ingresos se observa una correlación negativa entre la cobertura de protección social y la prevalencia del trabajo infantil. Una mayor protección se asocia con una prevalencia menor. Entre otras medidas efectivas, existen evidencias del impacto positivo en la reducción del trabajo infantil de las ayudas económicas a familias con hijos, los comedores escolares, el aumento de la cobertura de salud y las pensiones. Especialmente, la ayuda directa a las familias les permite afrontar las crisis sin necesidad de recurrir al trabajo infantil. Para que resulten efectivas es importante la continuidad a lo largo del tiempo y la regularidad en la prestación. También funcionan mejor cuando hay un sistema de protección integral a lo largo del ciclo vital. No obstante, en los países pobres sigue siendo un reto llegar a las familias en más alto riesgo.
Por lo que respecta a los profesionales de la psicología, conviene indicar que los programas de protección social son más efectivos…
cuando se definen los resultados comportamentales que se espera obtener con los menores,
cuando se adaptan a las características socioculturales de las familias vulnerables,
cuando se consiguen cambios en las normas tradicionales sobre el trabajo de los menores, y
cuando se combinan con campañas de sensibilización comunitaria, con intervenciones psicoeducativas o con prestaciones de salud.
Esto define un amplio margen para la colaboración de los profesionales de la psicología en la implementación de los sistemas de protección, que va más allá de la mera asignación de recursos económicos. La intervención psicológica modula las prestaciones sociales en la práctica. Tanto su funcionalidad como su impacto potencial.
En definitiva, en varios informes recientes de la OIT y UNICEF se recomienda diseñar sistemas de protección universales e inclusivos, adaptados a las necesidades del menor. Existen evidencias de que la cobertura de la protección social reduce la prevalencia del trabajo infantil. Además, en el contexto de la cooperación internacional, se asume que la construcción de sistemas de protección social forma parte del desarrollo por sí misma. Ese es el contexto institucional en el que normalmente se integran las intervenciones psicosociales. La participación de los psicólogos/as en los programas preventivos contribuye a mejorar el ajuste comunitario de las intervenciones. Una participación que resulta difícil separar de la inversión pública en educación y servicios sociales.
El caso del trabajo infantil lanza un mensaje claro a los profesionales de la psicología: los impuestos, las políticas redistributivas, la inversión en políticas sociales, y la concertación social son el ecosistema en el que las intervenciones psicológicas basadas en la evidencia han resultado efectivas en las dos últimas décadas. La inversión en los sistemas de protección social es una herramienta clave en la lucha contra la pobreza y en la prevención del trabajo infantil.
Maya-Jariego, I. (2021). Community prevention of child labor. Evidence-based practices to promote the psychological well-being of minors. Springer Nature Switzerland AG. [Springer]
Luo village at Bomas of Kenya near Nairobi (Wikimedia)
Viabilidad y aceptabilidad de una intervención de prevención del VIH centrada en las parejas sexuales concurrentes
“Los modelos matemáticos y los estudios longitudinales de parejas estables indican que la concurrencia juega un papel fundamental en el mantenimiento de epidemias generalizadas de VIH en poblaciones heterosexuales” (p. 175). Un caso paradigmático es Kenia, donde la prevalencia del VIH es del 6.7% en el conjunto de la población. Más concretamente, entre el pueblo Luo la prevalencia alcanza el 20 por ciento, en parte por la práctica ampliamente extendida de parejas sexuales concurrentes. Dos prácticas culturales que aumentan la concurrencia en este grupo son la poligamia y la costumbre de “heredar la viuda”.
La concurrencia crea un riesgo por exposición indirecta y aumenta la difusión al coincidir más probablemente con la fase aguda de infección por VIH.
En este contexto, se diseñó la intervención educativa “conoce tu red”, en la que se pusieron en marcha actividades de sensibilización sobre el riesgo que conlleva la concurrencia de parejas sexuales. La intervención está compuesta por 3 componentes:
Presentación de los conceptos de concurrencia y transmisión de enfermedades a través de redes sexuales:
A través de representaciones visuales de las redes de contactos sexuales se mostraban las diferencias en la transmisión de la enfermedad cuando existen parejas múltiples seriales versus concurrentes.
También se ilustraba empíricamente cómo pequeños cambios en la prevalencia de la concurrencia pueden conducir a cambios muy importantes en la conectividad de la red. Este ejercicio era seguido por una discusión en grupo sobre las normas sociales y el impacto en el comportamiento sexual individual. Para ello el programa se basaba en la teoría de la acción razonada y los modelos de difusión de la innovación. También se espera que los cambios en el comportamiento individual alcancen finalmente un efecto de nivel poblacional.
Visualización de la estructura de la red de contactos sexuales local, utilizando datos anónimos de los participantes recopilados in situ.
Discusión a nivel comunitario sobre el cambio de normas sociales.
La intervención se llevó a cabo a través de sesiones únicas de entre 2 y 3 horas abierta a todos los residentes del pueblo. Normalmente contaron con entre 50 y 1000 asistentes. Además, se esperaba que la discusión entre los residentes continuase una vez finalizada la sesión.
La intervención fue valorada por los participantes a través de grupos de discusión cualitativos. Los resultados mostraron que (a) la información sobre los efectos de la concurrencia en la difusión del virus fue comprendida con facilidad, así como (b) los efectos de la concurrencia en la conectividad de la red. La intervención facilitó un contexto participativo en el que iniciar la discusión comunitaria sobre las prácticas sexuales y el riesgo de contagio. Una de las palancas de cambio comportamental es que las comunidades son conscientes del impacto que el SIDA está teniendo en la población, por lo que son especialmente sensibles a iniciativas que puedan facilitar de algún modo la prevención efectiva.
Pese a tratarse de una intervención innovadora, se mostró viable y adecuada para la población. Se trata además de sesiones poco costosas, que hacen posible una actuación eficiente. “Si finalmente se muestra efectiva, la estrategia «conoce tu red» añadiría una herramienta económica, replicable y escalable al repertorio de la prevención del VIH” (p. 183).
Para saber más
Artículo basado en:
Knopf, A., Agot, K., Sidle, J., Naanyu, V., & Morris, M. (2014). “This is the medicine:” A Kenyan community responds to a sexual concurrency reduction intervention. Social Science & Medicine, 108, 175-184.
El manual ofrece una revisión sistemática de los programas comunitarios que resultan efectivos en la prevención de problemas sociales:
«En este libro se analiza qué funciona en la prevención comunitaria. Siguiendo la tradición de investigación-acción de Kurt Lewin, se examina de manera sistemática cuáles son las prácticas basadas en la evidencia que funcionan de manera efectiva en diferentes contextos sociales. Cada problema social requiere de intervenciones específicas y los resultados dependen en parte del sistema comunitario receptor. En la primera parte, se revisan las características de los programas efectivos y el tipo de estrategias psicosociales que se han mostrado ejemplares en la prevención de la violencia, la delincuencia, la exclusión social, el abuso de drogas, el desempleo y otros problemas sociales. En la segunda parte, se realiza una recopilación de casos de intervención psicosocial efectiva. Con una guía de análisis de programas psicosociales en diez preguntas, se presentan intervenciones para la prevención de embarazos no deseados, la rehabilitación de personas sin hogar, la prevención del abandono escolar, la orientación laboral, la reinserción de niños de la calle, la prevención del sida y la promoción del voluntariado, entre otras necesidades sociales. Finalmente, se desarrolla una visión comparada de los factores de riesgo y protección, que contribuye a sistematizar las prácticas de intervención efectivas.»
El libro tiene una parte teórica de introducción a la intervención comunitaria y una parte práctica con casos de intervención comentados:
Una introducción a la psicología de la intervención social y comunitaria.
¿Qué es la intervención comunitaria?
¿Qué resulta efectivo en la prevención?
¿Qué programas pueden servir de modelos para la intervención?
¿Por qué es importante la implementación?
Recapitulación. La comunidad en el centro de la implementación de programas.
Casos prácticos de intervención comunitaria.
Está pensando como un manual práctico para estudiantes de psicología o trabajo social (y profesionales de la intervención en general). Pero no es solo un libro de texto. Está estructurado de forma que se revisan hasta 16 problemas sociales diferentes y se identifican cuáles son las estrategias comunitarias efectivas en cada caso. El resultado es una visión sistemática de qué estrategias psicosociales funcionan para afrontar cada problema social en los contextos específicos de intervención.
Este libro presenta cuáles son las acciones preventivas que han permitido una reducción de más de un tercio de la prevalencia del trabajo infantil en el mundo en las dos últimas décadas. En el ámbito de la prevención comunitaria, se han identificado programas ejemplares con resultados excepcionales. Por ejemplo, se ha reducido en la mitad la participación de niños en trabajos peligrosos. En una gran diversidad de contextos, la acción concertada de los agentes sociales ha servido para contrarrestar la permisividad social hacia el trabajo de los menores, mientras que las intervenciones psicoeducativas se han mostrado especialmente eficaces en la prevención del abandono escolar temprano. Por su parte, las prestaciones económicas condicionadas contrarrestan la pobreza de las familias, a la vez que proporcionan un incentivo a la participación efectiva de los padres en el desarrollo equilibrado de sus hijos. El libro presenta un conjunto de prácticas basadas en la evidencia que pueden resultar especialmente útiles para los psicólogos, educadores y trabajadores sociales que trabajan en este ámbito. De forma más amplia, este libro también resulta de interés para políticos, profesionales y activistas que participan en las políticas de protección de la infancia o en la implementación de programas de promoción del bienestar psicológico de los niños.
Propagación de información falsa sobre COVID19 en las redes
Con la pandemia de COVID-19 se ha producido un aumento de la desinformación que también tiene consecuencias negativas en la salud pública. Como la desinformación se canaliza a través de las redes, las acciones preventivas también pueden consistir en intervenciones basadas en redes. A ese respecto, un trabajo reciente describe cinco tipos de actuaciones preventivas contra la desinformación:
Movilizar a líderes de opinión. Esta estrategia consiste en identificar a personas clave en la difusión de información en las redes naturales, que pueden influir en la transmisión de información válida y contrastada. Como la población a veces desconfía de las fuentes institucionales, o está condicionada por dinámicas de polarización política, una estrategia puede consistir en implicar a YouTubers y otras figuras que son influyentes en su entorno.
Segmentar en grupos. Se trata de identificar subgrupos de población que son especialmente susceptibles a la desinformación y que necesitan entrar en contacto con fuentes de información fiable. Por ejemplo, los movimientos “antivacunas” o los denominados “negacionistas” suelen constituir grupos cerrados que refuerzan la consistencia ideológica.
Promover la viralidad. Normalmente consiste en recurrir a mediadores naturales y mentores que promueven comportamientos positivos de salud. La información positiva también se puede propagar más fácilmente a través de las redes de contactos interpersonales. Así funcionan por ejemplo campañas como #MeQuedoenCasa o la difusión de hábitos saludables a través de bailes en TikTok.
Modificar las dinámicas de las redes. Cuando es viable, se recurre a eliminar las fuentes de desinformación (por ejemplo, algunas cuentas en medios sociales) para prevenir la difusión de información falsa o no contrastada. En términos de redes, consiste en eliminar nodos o lazos. Tanto la eliminación de “bots” que difunden desinformación como la introducción de otros que promueven los comportamientos de protección sirven para ilustrar esta estrategia. También la existencia de plataformas online entre vecinos que permitieron organizar la autoayuda durante el confinamiento.
Rediseñar las plataformas de networking. Se puede colaborar con las empresas de medios sociales para estructurar las plataformas de forma que dificulten la difusión de información negativa (por ejemplo, evitando procesos de segregación o facilitando la existencia de contactos externos al grupo). Las plataformas pueden introducir advertencias sobre los contenidos no contrastados o modificar los algoritmos que modulan la difusión de información y la formación de relaciones.
Basado en:
Young, L. E., Sidnam-Mauch, E., Twyman, M., Wang, L., Xu, J. J., Sargent, M., … & Monge, P. (2021). Disrupting the COVID-19 Misinfodemic With Network Interventions: Network Solutions for Network Problems. American Journal of Public Health, 111(3), 514-519. [AJPH]
Para saber más:
Maya-Jariego, I. (2016). 7 usos del análisis de redes en la intervención comunitaria. Redes. Revista Hispana para el Análisis de Redes Sociales, 27(2), 1-10. [REDES]
El papel de la igualdad de género en la prevención de la violencia de pareja contra la mujer
La desigualdad de estatus entre hombres y mujeres es uno de los factores que se asocia empíricamente con la violencia de pareja. Por eso se asume que promover una mayor igualdad de género tiene valor preventivo. Sin embargo, hay casos en los que una elevada igualdad de género coincide con una alta prevalencia de la violencia contra las mujeres, tal y como ocurre en Dinamarca, Finlandia, Suecia y Noruega. Este fenómeno ha sido descrito como “la paradoja nórdica”.
De acuerdo con diferentes encuestas, la prevalencia de la violencia de género es aproximadamente un 15 por ciento superior en Suecia que en España. Pese a las dificultades estadísticas para establecer comparaciones entre países, el estudio de comparación psicométrica sistemática entre Suecia y España concluye:
“Nuestros resultados mostraron que los niveles más altos de violencia física y sexual contra la mujer en Suecia que en España reflejan las diferencias reales en la prevalencia de la misma, y no son el resultado de un sesgo de medida, apoyando la idea de la paradoja nórdica”. (Gracia et al., 2019, p. 11).
Estos resultados apuntan a una relación compleja entre la igualdad de estatus entre género y la violencia física y sexual contra la mujer. En este ámbito no se han consolidado muchas prácticas preventivas basadas en la evidencia. No obstante, las acciones educativas de base comportamental durante la adolescencia han mostrado algunos resultados prometedores.
Prevalence of intimate partner violence against women in Sweden and Spain: A psychometric study of the ‘Nordic paradox’. Plos One, 14(5), e0217015. [PLOSONE]
Factores de riesgo y protección en los programas de prevención efectiva
El modelo de riesgo y protección proporciona un fundamento empírico para el diseño de intervenciones efectivas. Son factores de riesgo aquellos que aumentan la probabilidad de aparición de un problema, mientras que los factores protectores la reducen. En el diseño y la implementación de programas, los factores de riesgo sirven de criterio para seleccionar a la población diana, mientras que los factores de protección dotan de contenido psicosocial a las acciones preventivas.
Normalmente la investigación se centra en identificar los factores de riesgo y protección específicos para cada problema social. Sin embargo, algunos de los factores identificados pueden ser comunes a diferentes problemas sociales. Joseph A. Durlak revisó más de 1200 estudios para detectar los factores comunes en seis áreas de intervención diferentes: (a) problemas comportamentales, (b) problemas académicos, (c) maltrato infantil, (d) lesiones físicas, (e) uso de drogas, y (f) problemas de salud. A partir de dicho análisis elaboró una lista de factores de riesgo comunes, transversales a los diferentes problemas analizados:
Barrios empobrecidos.
Políticas sociales ineficaces.
Escuelas de baja calidad.
Modelos y presión social inadecuadas por parte de los iguales.
Bajo nivel socioeconómico familiar.
Problemas psicopatológicos de los padres.
Conflictos de pareja entre los padres.
Crianza punitiva.
Aparición temprana del problema.
Estrés.
Es frecuente que diferentes problemas sociales coincidan en un mismo segmento de población. Dicha comorbilidad se corresponde probablemente con la coincidencia en los factores de riesgo que hacen de antecedentes en cada caso. Además, se ha comprobado que la acumulación de riesgos tiene un efecto determinante en la aparición de problemas. La exposición a cuatro o más factores simultáneamente acrecienta de forma significativa la vulnerabilidad. Por otro lado, conviene destacar que los factores de riesgo se producen en múltiples niveles ecológicos: individual, familiar, comunitario y social.
Del análisis anterior se pueden extraer algunas conclusiones para la intervención:
Los programas que actúan en varios niveles ecológicos son más efectivos. Por ejemplo, una intervención que entrena en habilidades sociales a los adolescentes, que mejora los estilos de crianza de los padres y que promueve un clima social positivo en la escuela puede resultar especialmente funcional en la prevención del abuso de drogas.
La incidencia en algunos factores transversales tales como las condiciones de vida en el barrio o la distribución del ingreso pueden tener un valor preventivo generalizado, con una repercusión positiva en varios problemas sociales a la vez.
El análisis de Joseph A. Durlak también permitió identificar una serie de factores protectores comunes, que pueden utilizarse como guía para la intervención:
Normas sociales positivas.
Políticas sociales efectivas.
Escuelas de calidad.
Modelos positivos por parte de los iguales.
Relaciones positivas padres-hijos.
Habilidades sociales y personales.
Autoeficacia.
Apoyo social.
Tanto la preparación del contexto institucional y comunitario como las pautas de socialización familiar tienen un potencial preventivo importante. Los mecanismos de control social y las regulaciones legales reducen las probabilidades de comportamientos problemáticos. Por su parte, la crianza familiar repercute de forma decisiva en un periodo evolutivo crítico, cuya influencia se alarga a lo largo del ciclo vital.
El modelo de riesgo y protección se basa en la acumulación inductiva de evidencias empíricas. No obstante, el análisis transversal en función de diferentes problemas sociales, como muestra el trabajo pionero de Joseph A. Durlak, puede contribuir a la sistematización de dicho conocimiento, así como a una comprensión más abarcadora de las estrategias de prevención efectivas. También ofrece cierto potencial para la integración (o la coordinación) de los diferentes esfuerzos preventivos.
Referencia
Comentario basado en:
Durlak, J. A. (1998). Common risk and protective factors in successful prevention programs. American Journal of Orthopsychiatry, 68(4), 512-520. [PubMed]
La integración del análisis de redes en las acciones preventivas
Los programas de prevención que se aplican en contextos educativos suelen influir en la red de relaciones entre iguales, ya sea de forma directa o modificando las normas sociales prevalentes en la escuela. Sin embargo, con frecuencia estos efectos se evalúan agregando los indicadores de nivel individual, en lugar de examinar las redes sociales en dicho entorno comunitario.
Son muchas las intervenciones educativas que inciden en las redes sociales, por ejemplo:
Realizar actividades extraescolares, en las que se implican estudiantes de varios niveles educativos, para promover el sentido de comunidad en la escuela.
Organizar el tamaño de las clases de modo que se puedan producir relaciones más personalizadas entre los profesores y los estudiantes.
Promover la integración de los individuos más aislados.
Desarrollar grupos cooperativos de trabajo en los que se facilita la integración de los estudiantes de minorías.
Fomentar un clima social positivo que promueva la sociabilidad dentro de la escuela.
En consecuencia, el análisis de redes puede ser útil para analizar dichas dinámicas de nivel comunitario. En lugar de agregar indicadores individuales, es una estrategia que permite caracterizar la estructura de las relaciones en un escenario de interacción específico, como es el caso de la escuela. A ese respecto, Gest et al. (2011) describen dos usos del análisis de redes en la evaluación de los programas preventivos:
Describir las propiedades estructurales de las redes de iguales.
Analizar las dinámicas de selección e influencia en las redes de iguales.
La densidad, la reciprocidad y la transitividad pueden utilizarse como indicadores del grado de integración social existente en una clase o en un colegio. De modo que potencialmente podrían servir para comprobar, por ejemplo, si una intervención para desarrollar competencias socioemocionales en los menores redunda en el desarrollo de relaciones positivas. Por su parte, la existencia de subgrupos se puede utilizar para evaluar el impacto de las intervenciones para reducir la segregación étnica o en función del género. Todos estos indicadores se pueden evaluar con independencia de las actitudes o el comportamiento de los individuos implicados.
Por otro lado, las redes pueden servir para examinar los procesos de selección e influencia. Para ello es necesario examinar la co-determinación de las redes y el comportamiento. Las intervenciones pueden dirigirse a reducir la presencia de un atributo comportamental negativo (como el consumo abusivo de tabaco) o a reducir la influencia social de los individuos que tienen dicho atributo comportamental. Además, la prevalencia de determinados comportamientos en la red de amistad puede ser un indicador indirecto de la norma social. En este contexto, las redes son útiles para modelizar la difusión del comportamiento-problema y diseñar, de acuerdo con ello, estrategias preventivas. Por ejemplo:
Intervenciones para reducir la tendencia a elegir compañeros con el comportamiento-problema que se quiere prevenir.
Intervenciones para fomentar la capacidad de resistencia a la influencia de los compañeros sobre la ejecución del comportamiento problema.
Tanto los indicadores de centralidad individual como los de similitud comportamental (por ejemplo, con indicadores de homofilia en las relaciones) pueden ser útiles en este ámbito.
En conclusión, el análisis de redes puede permitir ser más precisos en la formulación de los objetivos de las intervenciones que pretenden modificar la estructura de las relaciones de amistad o afectar a las dinámicas comportamentales. Esto puede servir tanto para mejorar los planteamientos teóricos como para evaluar de manera objetiva el efecto de las intervenciones.
Referencia
Comentario basado en:
Gest, S. D., Osgood, D. W., Feinberg, M. E., Bierman, K. L., & Moody, J. (2011). Strengthening prevention program theories and evaluations: Contributions from social network analysis. Prevention Science, 12(4), 349-360. [PREV]
Para saber más también puedes consultar:
Maya-Jariego, I. (2016). 7 usos del análisis de redes en la intervención comunitaria. Redes. Revista Hispana para el Análisis de Redes Sociales, 27(2), 1-10. [REDES]
«I would like to suggest the use of “physical distancing” rather than “social distancing”. As a sociologist I am stunned at the many ways people have overcome social distancing while having to keep a physical distance.» Patrick Kenis, The Economist, April 4, 2020.
Durante la primavera de 2020, se generalizó el uso del término “distancia social” para referirse al mantenimiento de al menos dos metros de distancia con otras personas, con la intención de prevenir la difusión de enfermedades. Sin embargo, la distancia física y la distancia social son diferentes. Dos personas pueden mantener interacción social permanente pese a estar a miles de kilómetros de distancia. Aunque algunas actividades que requieren presencia física se vean afectadas (por ejemplo, colaborar con las tareas del hogar o ayudar en una mudanza), los intercambios de información y de apoyo emocional se pueden mantener en la distancia. Incluso en situaciones de confinamiento, las personas pueden buscar estrategias para mantener el contacto con los vecinos, comunicarse con los familiares que están lejos, o realizar las actividades laborales. Es decir, pueden mantener el contacto social pese a la distancia física.
La cercanía física facilita la formación de relaciones
Sin embargo, que sean diferentes no significa que no estén relacionadas. De hecho, en psicología social está ampliamente contrastado que la proximidad física aumenta las probabilidades de entrar en contacto con otras personas y contribuye a la formación de relaciones. A esta tendencia se le ha denominado el “efecto propincuidad”. Las personas que viven más cerca tienen más posibilidades de establecer un vínculo o incluso de desarrollar una amistad. En los lugares de trabajo también se produce interacción interpersonal frecuente que puede desembocar en la formación de relaciones. La proximidad física igualmente parece asociarse con la probabilidad de tener características similares. En ocasiones la mera exposición continuada se refleja en la atracción interpersonal.
La actividad social nos acerca físicamente
Por otro lado, las oportunidades de proximidad física no se distribuyen aleatoriamente en la población. Existen diferencias individuales junto con una gran variabilidad entre contextos de interacción. Hay individuos que son más activos socialmente o cuya ocupación conlleva un mayor rango de contactos sociales con proximidad física. Por ejemplo, un profesor que tiene clases con 30 estudiantes a diario suele estar por lo general físicamente cerca de un mayor número de personas que un pastor de ovejas que realiza su actividad a campo abierto. También los contextos de interacción determinan en parte la estructura de oportunidades. Como sabemos, un concierto, un espectáculo deportivo o una clase conforman un espacio de cercanía física en el que un conjunto de individuos está expuesto al contacto prolongado.
Cuando la separación física o la distancia social se convierten en herramientas de prevención
Las enfermedades se pueden difundir por contacto físico o por contacto social. En el caso del SIDA, compartir jeringuillas o mantener contactos sexuales sin protección son relaciones sociales de riesgo en la difusión del VIH. Normalmente implican un tipo de relación interpersonal que se puede documentar examinando las redes sociales de los individuos. Sin embargo, en las enfermedades infecciosas causadas por coronavirus es el mero contacto físico el antecedente del contagio. En este segundo caso no es suficiente con analizar las relaciones fuertes que mantiene cada individuo, sino que es necesario trazar las redes de contactos, recopilando información sobre las personas con las que ha tenido proximidad física reciente. (Una vez más: la relación interpersonal suele conllevar con frecuencia proximidad física, pero la cercanía física interpersonal puede darse incluso aunque no haya una relación interpersonal definida).
En la salud y en la enfermedad
Tanto la separación física como la interrupción de relaciones interpersonales pueden utilizarse como estrategias con fines preventivos. El aislamiento de las personas infectadas, y de aquellas otras que han estado expuestas por proximidad física a las anteriores, pretende prevenir la propagación de enfermedades. En los casos más extremos, cuando el contagio está ampliamente extendido, el confinamiento generalizado de la población es una medida drástica para controlar la difusión. Con este tipo de medidas se reducen las oportunidades de proximidad física entre los individuos, o se limitan temporalmente los escenarios en los que participan, ya sea a través del aislamiento hospitalario o de la reclusión en el hogar. También se puede recurrir puntualmente a interrumpir la realización de aquellas actividades que se producen en escenarios con un elevado potencial de proximidad física prolongada (tales como los colegios o los espectáculos deportivos, entre otros).