Los retos de la psicología comunitaria

John Fekner (CC BY-SA 3.0) Broken Promises/Falsas Promesas, Charlotte Street, South Bronx, 1980

Los psicólogos comunitarios han reflexionado desde los orígenes de la disciplina sobre los principios y valores que deben regular su intervención en el ámbito social; el compromiso con los grupos desfavorecidos; las estrategias de transferencia del conocimiento y la efectividad de los programas; y su inserción en el contexto histórico y sociopolítico.

En un trabajo recientemente publicado en el Journal of Community Psychology, Maritza Montero y María Winkler resumen las percepciones de un grupo de expertos iberoamericanos de Psicología Comunitaria sobre (a) los problemas sociales a los que deberán hacer frente en los próximos años, (b) las competencias básicas que serán necesarias en dicho contexto y (c) los retos que ello plantea en la educación y la formación en Psicología Comunitaria.

Algunas de las conclusiones que se derivan de su análisis son las siguientes:

  • La Psicología Comunitaria tiene una fuerte vinculación al contexto, por lo que no puede ignorar que los problemas sociales demandan soluciones que se insertan en un contexto global complejo, donde las crisis económicas y ambientales y los cambios sociales derivados de la inserción de las nuevas tecnologías, generan nuevos contextos de intervención y problemas sociales de naturaleza diversa.
  • Como consecuencia de ello, es necesario ampliar el espectro de los ámbitos clásicos de intervención, yendo más allá de la atención a colectivos desfavorecidos: la calidad de vida y la seguridad en contextos urbanos, la complejidad de la vida moderna y la inserción de las TICs en el contexto sociocomunitario, los problemas ambientales y su impacto en la calidad de vida de las comunidades, entre otros.
  • Las competencias generales y específicas señaladas suelen hacer referencia a la interdisciplinariedad, el aumento del rigor metodológico, el manejo y la incorporación de recursos tecnológicos en la evaluación y la implementación de los programas y el posicionamiento claro ante los problemas sociales, junto al análisis crítico de los contextos sociales y políticos.
  • Se adivina la tensión que apuntan Trickett, Trimble y Allen (2014) entre los modelos clínicos o de la salud y los modelos sociales en la atención a los problemas comunitarios. De forma sorprendente, pocos expertos apuntan a la necesidad de trabajar con la comunidad, y hay pocas referencias explícitas a procesos como la participación, la potenciación o la preparación comunitarias (conceptos clave en los últimos 30 años en la literatura sobre Psicología Comunitaria).
  • En general, hay una visión pesimista sobre el futuro en cuanto al crecimiento de las desigualdades, la pobreza y la exclusión social y, por extensión, sobre cómo la Psicología Comunitaria podrá hacer frente a estos cambios sociales y comunitarios.

Estas reflexiones sobre los retos actuales y futuros de la Psicología Comunitaria, deben servir no solamente para la mejora y la adaptación del rol y el desempeño profesional de los psicólogos comunitarios, sino también de la investigación y la formación en la disciplina. Como planteaban algunos de los expertos entrevistados por Maritza Montero, la Psicología Comunitaria no debe dejar de ser “la conciencia social de la Psicología”, pero sin olvidar sus raíces académicas y científicas.

Referencia:

Montero, M. & Winkler, M. (2014). Iberian and Latin American Ethics in Community Psychology: The Contradiction between Facts and Academician’s Perception. Journal of Community Psychology, 42(8), 997-1014.


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