Una mayor cobertura de la protección social contra la pobreza se asocia con una menor prevalencia del trabajo infantil
El 12 de junio se celebra el Día Internacional contra el Trabajo Infantil que este año tiene como lema «Protección Social Universal para Terminar con el Trabajo Infantil». Con ello la Organización Internacional del Trabajo recomienda una mayor inversión en sistemas de protección social para evitar la implicación temprana de los menores en actividades laborales que condicionan negativamente su desarrollo personal.
Desde que se inició el registro sobre la prevalencia del trabajo infantil en el mundo se ha observado una reducción progresiva del problema. Sin embargo, mientras que entre el año 2000 y 2016 el porcentaje de menores trabajadores descendió globalmente, en el periodo 2016-2020 se observó un aumento por primera vez en dos décadas. Según los datos de la OIT, a principios de 2020 existen 160 millones de niños trabajadores, es decir, un 10 por ciento en todo el mundo.
Estos datos muestran las dos caras del trabajo infantil. Por un lado, el aumento que se observa en África guarda una relación directa con el aumento de la pobreza, que es la principal causa de trabajo infantil. A su vez, ese incremento, en términos absolutos, se corresponde con el aumento de la población en el continente (pese a un descenso relativo del porcentaje de africanos que vive con menos de 1.9 dólares al día). Por otro lado, en casi todo el resto del mundo se sigue manteniendo el descenso progresivo del trabajo infantil que se viene observando desde el año 2000. Esto remite a un conjunto de políticas y programas que han resultado efectivos en la prevención del problema.
Concretamente, son prácticas basadas en la evidencia (1) las transferencias condicionadas de dinero en efectivo, (2) las coaliciones tripartitas, y (3) los programas de acompañamiento y refuerzo educativo. En primer lugar, las políticas que han obtenido mejores resultados consisten en proporcionar recursos económicos a las familias pobres, con el requisito de que sus hijos cursen la enseñanza obligatoria y se haga un seguimiento adecuado de su estado de salud. Se trata de programas que atienden a las causas del problema (principalmente, la pobreza), que aportan un incentivo para la implicación de las familias en la crianza de sus hijos, y que transforman tanto las expectativas familiares sobre la educación como sus aspiraciones sobre la vida que le espera al menor. En segundo lugar, la colaboración de los organismos internacionales de Naciones Unidas con los gobiernos locales, junto con el establecimiento de acuerdos entre los trabajadores y los empleadores, contribuyen a la creación de normas sociales con valor preventivo. En tercer lugar, el acompañamiento educativo personalizado y la implementación de programas psicosociales para la prevención del abandono escolar resultan enormemente efectivos.
También hemos aprendido que existen diversas modalidades de “trabajo infantil”, lo que hace necesario adaptar las intervenciones preventivas en cada caso. Aunque con frecuencia se utiliza el mismo término para referirse a cada modalidad, son muy diferentes las implicaciones psicológicas para los menores cuando colaboran con la actividad de subsistencia de sus familias, cuando realizan trabajos asalariados de bajo riesgo, cuando realizan trabajos peligrosos; o cuando realizan trabajos forzados o participan en actividades ilegales. Cada uno de ellos conlleva estrategias de prevención también diferentes.
Qué funciona en la protección social de los menores
Los datos muestran que en países de bajos ingresos se observa una correlación negativa entre la cobertura de protección social y la prevalencia del trabajo infantil. Una mayor protección se asocia con una prevalencia menor. Entre otras medidas efectivas, existen evidencias del impacto positivo en la reducción del trabajo infantil de las ayudas económicas a familias con hijos, los comedores escolares, el aumento de la cobertura de salud y las pensiones. Especialmente, la ayuda directa a las familias les permite afrontar las crisis sin necesidad de recurrir al trabajo infantil. Para que resulten efectivas es importante la continuidad a lo largo del tiempo y la regularidad en la prestación. También funcionan mejor cuando hay un sistema de protección integral a lo largo del ciclo vital. No obstante, en los países pobres sigue siendo un reto llegar a las familias en más alto riesgo.
Por lo que respecta a los profesionales de la psicología, conviene indicar que los programas de protección social son más efectivos…
cuando se definen los resultados comportamentales que se espera obtener con los menores,
cuando se adaptan a las características socioculturales de las familias vulnerables,
cuando se consiguen cambios en las normas tradicionales sobre el trabajo de los menores, y
cuando se combinan con campañas de sensibilización comunitaria, con intervenciones psicoeducativas o con prestaciones de salud.
Esto define un amplio margen para la colaboración de los profesionales de la psicología en la implementación de los sistemas de protección, que va más allá de la mera asignación de recursos económicos. La intervención psicológica modula las prestaciones sociales en la práctica. Tanto su funcionalidad como su impacto potencial.
En definitiva, en varios informes recientes de la OIT y UNICEF se recomienda diseñar sistemas de protección universales e inclusivos, adaptados a las necesidades del menor. Existen evidencias de que la cobertura de la protección social reduce la prevalencia del trabajo infantil. Además, en el contexto de la cooperación internacional, se asume que la construcción de sistemas de protección social forma parte del desarrollo por sí misma. Ese es el contexto institucional en el que normalmente se integran las intervenciones psicosociales. La participación de los psicólogos/as en los programas preventivos contribuye a mejorar el ajuste comunitario de las intervenciones. Una participación que resulta difícil separar de la inversión pública en educación y servicios sociales.
El caso del trabajo infantil lanza un mensaje claro a los profesionales de la psicología: los impuestos, las políticas redistributivas, la inversión en políticas sociales, y la concertación social son el ecosistema en el que las intervenciones psicológicas basadas en la evidencia han resultado efectivas en las dos últimas décadas. La inversión en los sistemas de protección social es una herramienta clave en la lucha contra la pobreza y en la prevención del trabajo infantil.
Maya-Jariego, I. (2021). Community prevention of child labor. Evidence-based practices to promote the psychological well-being of minors. Springer Nature Switzerland AG. [Springer]
El manual ofrece una revisión sistemática de los programas comunitarios que resultan efectivos en la prevención de problemas sociales:
«En este libro se analiza qué funciona en la prevención comunitaria. Siguiendo la tradición de investigación-acción de Kurt Lewin, se examina de manera sistemática cuáles son las prácticas basadas en la evidencia que funcionan de manera efectiva en diferentes contextos sociales. Cada problema social requiere de intervenciones específicas y los resultados dependen en parte del sistema comunitario receptor. En la primera parte, se revisan las características de los programas efectivos y el tipo de estrategias psicosociales que se han mostrado ejemplares en la prevención de la violencia, la delincuencia, la exclusión social, el abuso de drogas, el desempleo y otros problemas sociales. En la segunda parte, se realiza una recopilación de casos de intervención psicosocial efectiva. Con una guía de análisis de programas psicosociales en diez preguntas, se presentan intervenciones para la prevención de embarazos no deseados, la rehabilitación de personas sin hogar, la prevención del abandono escolar, la orientación laboral, la reinserción de niños de la calle, la prevención del sida y la promoción del voluntariado, entre otras necesidades sociales. Finalmente, se desarrolla una visión comparada de los factores de riesgo y protección, que contribuye a sistematizar las prácticas de intervención efectivas.»
El libro tiene una parte teórica de introducción a la intervención comunitaria y una parte práctica con casos de intervención comentados:
Una introducción a la psicología de la intervención social y comunitaria.
¿Qué es la intervención comunitaria?
¿Qué resulta efectivo en la prevención?
¿Qué programas pueden servir de modelos para la intervención?
¿Por qué es importante la implementación?
Recapitulación. La comunidad en el centro de la implementación de programas.
Casos prácticos de intervención comunitaria.
Está pensando como un manual práctico para estudiantes de psicología o trabajo social (y profesionales de la intervención en general). Pero no es solo un libro de texto. Está estructurado de forma que se revisan hasta 16 problemas sociales diferentes y se identifican cuáles son las estrategias comunitarias efectivas en cada caso. El resultado es una visión sistemática de qué estrategias psicosociales funcionan para afrontar cada problema social en los contextos específicos de intervención.
Este libro presenta cuáles son las acciones preventivas que han permitido una reducción de más de un tercio de la prevalencia del trabajo infantil en el mundo en las dos últimas décadas. En el ámbito de la prevención comunitaria, se han identificado programas ejemplares con resultados excepcionales. Por ejemplo, se ha reducido en la mitad la participación de niños en trabajos peligrosos. En una gran diversidad de contextos, la acción concertada de los agentes sociales ha servido para contrarrestar la permisividad social hacia el trabajo de los menores, mientras que las intervenciones psicoeducativas se han mostrado especialmente eficaces en la prevención del abandono escolar temprano. Por su parte, las prestaciones económicas condicionadas contrarrestan la pobreza de las familias, a la vez que proporcionan un incentivo a la participación efectiva de los padres en el desarrollo equilibrado de sus hijos. El libro presenta un conjunto de prácticas basadas en la evidencia que pueden resultar especialmente útiles para los psicólogos, educadores y trabajadores sociales que trabajan en este ámbito. De forma más amplia, este libro también resulta de interés para políticos, profesionales y activistas que participan en las políticas de protección de la infancia o en la implementación de programas de promoción del bienestar psicológico de los niños.
Propagación de información falsa sobre COVID19 en las redes
Con la pandemia de COVID-19 se ha producido un aumento de la desinformación que también tiene consecuencias negativas en la salud pública. Como la desinformación se canaliza a través de las redes, las acciones preventivas también pueden consistir en intervenciones basadas en redes. A ese respecto, un trabajo reciente describe cinco tipos de actuaciones preventivas contra la desinformación:
Movilizar a líderes de opinión. Esta estrategia consiste en identificar a personas clave en la difusión de información en las redes naturales, que pueden influir en la transmisión de información válida y contrastada. Como la población a veces desconfía de las fuentes institucionales, o está condicionada por dinámicas de polarización política, una estrategia puede consistir en implicar a YouTubers y otras figuras que son influyentes en su entorno.
Segmentar en grupos. Se trata de identificar subgrupos de población que son especialmente susceptibles a la desinformación y que necesitan entrar en contacto con fuentes de información fiable. Por ejemplo, los movimientos “antivacunas” o los denominados “negacionistas” suelen constituir grupos cerrados que refuerzan la consistencia ideológica.
Promover la viralidad. Normalmente consiste en recurrir a mediadores naturales y mentores que promueven comportamientos positivos de salud. La información positiva también se puede propagar más fácilmente a través de las redes de contactos interpersonales. Así funcionan por ejemplo campañas como #MeQuedoenCasa o la difusión de hábitos saludables a través de bailes en TikTok.
Modificar las dinámicas de las redes. Cuando es viable, se recurre a eliminar las fuentes de desinformación (por ejemplo, algunas cuentas en medios sociales) para prevenir la difusión de información falsa o no contrastada. En términos de redes, consiste en eliminar nodos o lazos. Tanto la eliminación de “bots” que difunden desinformación como la introducción de otros que promueven los comportamientos de protección sirven para ilustrar esta estrategia. También la existencia de plataformas online entre vecinos que permitieron organizar la autoayuda durante el confinamiento.
Rediseñar las plataformas de networking. Se puede colaborar con las empresas de medios sociales para estructurar las plataformas de forma que dificulten la difusión de información negativa (por ejemplo, evitando procesos de segregación o facilitando la existencia de contactos externos al grupo). Las plataformas pueden introducir advertencias sobre los contenidos no contrastados o modificar los algoritmos que modulan la difusión de información y la formación de relaciones.
Basado en:
Young, L. E., Sidnam-Mauch, E., Twyman, M., Wang, L., Xu, J. J., Sargent, M., … & Monge, P. (2021). Disrupting the COVID-19 Misinfodemic With Network Interventions: Network Solutions for Network Problems. American Journal of Public Health, 111(3), 514-519. [AJPH]
Para saber más:
Maya-Jariego, I. (2016). 7 usos del análisis de redes en la intervención comunitaria. Redes. Revista Hispana para el Análisis de Redes Sociales, 27(2), 1-10. [REDES]
Factores de riesgo y protección en los programas de prevención efectiva
El modelo de riesgo y protección proporciona un fundamento empírico para el diseño de intervenciones efectivas. Son factores de riesgo aquellos que aumentan la probabilidad de aparición de un problema, mientras que los factores protectores la reducen. En el diseño y la implementación de programas, los factores de riesgo sirven de criterio para seleccionar a la población diana, mientras que los factores de protección dotan de contenido psicosocial a las acciones preventivas.
Normalmente la investigación se centra en identificar los factores de riesgo y protección específicos para cada problema social. Sin embargo, algunos de los factores identificados pueden ser comunes a diferentes problemas sociales. Joseph A. Durlak revisó más de 1200 estudios para detectar los factores comunes en seis áreas de intervención diferentes: (a) problemas comportamentales, (b) problemas académicos, (c) maltrato infantil, (d) lesiones físicas, (e) uso de drogas, y (f) problemas de salud. A partir de dicho análisis elaboró una lista de factores de riesgo comunes, transversales a los diferentes problemas analizados:
Barrios empobrecidos.
Políticas sociales ineficaces.
Escuelas de baja calidad.
Modelos y presión social inadecuadas por parte de los iguales.
Bajo nivel socioeconómico familiar.
Problemas psicopatológicos de los padres.
Conflictos de pareja entre los padres.
Crianza punitiva.
Aparición temprana del problema.
Estrés.
Es frecuente que diferentes problemas sociales coincidan en un mismo segmento de población. Dicha comorbilidad se corresponde probablemente con la coincidencia en los factores de riesgo que hacen de antecedentes en cada caso. Además, se ha comprobado que la acumulación de riesgos tiene un efecto determinante en la aparición de problemas. La exposición a cuatro o más factores simultáneamente acrecienta de forma significativa la vulnerabilidad. Por otro lado, conviene destacar que los factores de riesgo se producen en múltiples niveles ecológicos: individual, familiar, comunitario y social.
Del análisis anterior se pueden extraer algunas conclusiones para la intervención:
Los programas que actúan en varios niveles ecológicos son más efectivos. Por ejemplo, una intervención que entrena en habilidades sociales a los adolescentes, que mejora los estilos de crianza de los padres y que promueve un clima social positivo en la escuela puede resultar especialmente funcional en la prevención del abuso de drogas.
La incidencia en algunos factores transversales tales como las condiciones de vida en el barrio o la distribución del ingreso pueden tener un valor preventivo generalizado, con una repercusión positiva en varios problemas sociales a la vez.
El análisis de Joseph A. Durlak también permitió identificar una serie de factores protectores comunes, que pueden utilizarse como guía para la intervención:
Normas sociales positivas.
Políticas sociales efectivas.
Escuelas de calidad.
Modelos positivos por parte de los iguales.
Relaciones positivas padres-hijos.
Habilidades sociales y personales.
Autoeficacia.
Apoyo social.
Tanto la preparación del contexto institucional y comunitario como las pautas de socialización familiar tienen un potencial preventivo importante. Los mecanismos de control social y las regulaciones legales reducen las probabilidades de comportamientos problemáticos. Por su parte, la crianza familiar repercute de forma decisiva en un periodo evolutivo crítico, cuya influencia se alarga a lo largo del ciclo vital.
El modelo de riesgo y protección se basa en la acumulación inductiva de evidencias empíricas. No obstante, el análisis transversal en función de diferentes problemas sociales, como muestra el trabajo pionero de Joseph A. Durlak, puede contribuir a la sistematización de dicho conocimiento, así como a una comprensión más abarcadora de las estrategias de prevención efectivas. También ofrece cierto potencial para la integración (o la coordinación) de los diferentes esfuerzos preventivos.
Referencia
Comentario basado en:
Durlak, J. A. (1998). Common risk and protective factors in successful prevention programs. American Journal of Orthopsychiatry, 68(4), 512-520. [PubMed]
A lo largo del curso 2019-2020 he ido anotando, después de cada clase teórica de la asignatura “Psicología de la Intervención Social y Comunitaria”, los mensajes principales que reciben los estudiantes. Al final de cada sesión planteábamos un mini-debate para intentar extraer las ideas más importantes. Este es el resultado:
Una de las primeras ideas que aprende un estudiante de psicología comunitaria es que “el contexto importa”. Los problemas sociales y psicológicos no se distribuyen al azar en la población sino que están directamente relacionados con los lugares de residencia, las condiciones de vida y la desigualdad de los ingresos económicos. En consecuencia, la perspectiva ecológica consiste en darle importancia a los contextos comunitarios, tanto en el análisis como en la intervención psicosocial. Esto se traduce en la práctica en la aplicación de estrategias de prevención, centradas en los factores sociales que causan los problemas psicológicos, promoviendo cambios en el contexto que tengan una duración a largo plazo.
Como consecuencia de lo anterior se produce un cambio en el rol de los profesionales de la psicología, que empiezan a prestar más atención a los factores sociales que influyen en el comportamiento individual e incorporan estrategias de intervención centradas en las familias y en la comunidad. Los profesionales de la psicología pueden concebirse como agentes de cambio comunitario. También se asume la necesidad de colaboración interdisciplinar en los contextos aplicados. Los antecedentes directos de este enfoque comunitario son las experiencias efectivas de prevención de nivel poblacional en el ámbito de la salud pública, el movimiento de desinstitucionalización psiquiátrica y reforma del sistema de salud mental, y los modelos de investigación-acción.
Los psicólogos comunitarios le prestan especial atención a los escenarios en los que tiene lugar la interacción social. Incluso pequeños elementos del entorno físico pueden tener un impacto significativo en el comportamiento. En determinados contextos se reproducen, de manera sistemática, patrones de relación predecibles y persistentes, con independencia de los individuos que participen en un momento determinado. Los entornos ambientales pueden evaluarse a través de la percepción del clima social, la identificación de escenarios de conducta y el análisis de redes sociales. Es decir, podemos recurrir respectivamente a la agregación de percepciones individuales, a la covariación del comportamiento con coordenadas espacio-temporales, y al estudio de la estructura de la interacción social.
Los barrios constituyen uno de los entornos más estudiados en la psicología comunitaria. Es un contexto en el que diferentes procesos de nivel meso-social inciden en el comportamiento individual. En primer lugar, los problemas sociales se concentran en los barrios más desfavorecidos, de forma que se puede observar una correlación entre la desventaja social y “el código postal”. En segundo lugar, el hacinamiento, la polución o el ruido, junto a otras condiciones físicas, pueden generar estrés entre la población residente. En tercer lugar, la prevalencia de la violencia y otros comportamientos disruptivos se traduce en la exposición continuada a normas sociales negativas, que pueden reforzarse a través de procesos de aprendizaje social. No obstante lo anterior, también es un contexto que dispone de activos comunitarios y recursos positivos, tales como la participación, el apoyo social, la organización comunitaria y el sentido de comunidad.
El sentido psicológico de comunidad es uno de los conceptos centrales de la disciplina, cuya preocupación surge en parte como reacción a los problemas de cohesión social derivados de la industrialización y la urbanización. Aunque se ha estudiado sobre todo la experiencia subjetiva de pertenencia a un colectivo, otros dos componentes fundamentales son la interdependencia y las redes de interacción. La conexión emocional compartida con individuos a los que no necesariamente conoces personalmente (pero a los que estás conectado a través de redes de relaciones indirectas) tiene efectos decisivos en los mecanismos de control social y en las normas sociales que inciden en el comportamiento individual. Por lo tanto, la realidad psicológica puede darse en un nivel meso-social. En este ámbito se ha comprobado que determinados lugares de los barrios, los líderes comunitarios y las asociaciones de base tienen un papel de mediación en el sentido de pertenencia. Las organizaciones comunitarias son “estructuras mediadoras”, en las que el nivel de participación resulta determinante.
La otra cara de la moneda es la diversidad humana, que está en tensión dialéctica con la cohesión comunitaria. Es recomendable examinar la diversidad en el contexto de las relaciones de poder y tomar en consideración que se trata de una dimensión que no solo afecta a las minorías. Los contextos comunitarios varían en el grado de heterogeneidad de los miembros que los componen, desde entornos rurales altamente cohesivos y homogéneos hasta espacios urbanos “súper-diversos”, en los que la diversidad es la norma. Esto nos lleva a diferenciar entre la “diversidad de contextos” y los “contextos de diversidad” y revela que la identidad depende del contexto de interacción. En el caso de las minorías se ha comprobado que el grupo social de pertenencia resulta relevante después de pasar por las primeras experiencias de discriminación. Pese a que en primera instancia los miembros de las minorías se identifican con la corriente social mayoritaria, con el tiempo desarrollan una identificación con el colectivo minoritario, lo cual funciona como un factor protector ante la discriminación. Por último, tanto el concepto de distancia cultural como el modelo de aculturación permiten examinar la cultura por comparación. Es decir, con un enfoque empírico y pragmático que evita una visión esencialista de la cultura.
La prevención es una estrategia de intervención comunitaria que resulta efectiva en el afrontamiento de problemas sociales. Normalmente consiste en poner en marcha acciones públicas, de nivel poblacional, que pretenden modificar aspectos comportamentales para evitar la aparición, el desarrollo o las consecuencias de un problema social. Basándose en evidencias epidemiológicas, los factores de riesgo se utilizan para definir la población objetivo y los factores protectores para fundamentar el contenido psicológico de los programas. Por lo general se traduce en una reorganización de los servicios existentes, promoviendo la incidencia en las condiciones de vida y los factores del contexto, para alcanzar a los colectivos en mayor riesgo. Los programas centrados en colectivos específicos son normalmente más eficientes que los programas de carácter universal. Los programas que se aplican durante la infancia pueden tener un impacto significativo a lo largo de la vida adulta.
Muchas de las iniciativas de acción comunitaria se canalizan a través del diseño, la implementación y la evaluación de programas. Para desarrollar intervenciones efectivas es recomendable seleccionar prácticas basadas en la evidencia y adaptarlas a cada contexto específico. Eso significa combinar los principios de efectividad y ajuste comunitario. La evaluación de programas sirve para identificar qué acciones resultan efectivas en la práctica. Sin embargo, cuando dichas acciones se implementan, los resultados dependen en parte de la dosis de la intervención, las capacidades organizativas y las competencias de los aplicadores de los programas. La participación comunitaria resulta clave en la preparación para el cambio.
El clima social en las organizaciones educativas influye en la intensidad y la calidad de la implementación de programas. La implicación del profesorado resulta fundamental para que un programa funcione, de forma que los factores del contexto organizativo pueden influir en el desempeño de la intervención. Así se puso de manifiesto en la aplicación del programa Positive Action para el desarrollo de competencias socio-emocionales.
Algunos estudios previos han mostrado que la conectividad entre el personal que trabaja en el colegio y el apoyo de la administración del centro son elementos facilitadores en la implementación. Tanto las relaciones entre el personal del centro como las capacidades organizativas de la institución funcionan como elementos de preparación para una intervención efectiva.
En un estudio realizado en Chicago, con una muestra de escuelas con un alto porcentaje de estudiantes de grupos minoritarios se evaluó un programa psicoeducativo en el que se observaron dos dimensiones del clima organizativo claramente relacionadas con la implementación de la intervención:
La percepción por parte del profesorado de que su escuela es innovadora se asoció con un mayor número de sesiones impartidas y con una mayor calidad percibida de la intervención realizada.
La percepción por parte del profesorado de una mayor conectividad entre profesores se relacionó con una mayor implementación de actividades suplementarias.
Una mayor apertura de la escuela a experimentar con nuevas prácticas parece facilitar la incorporación y la implementación de los programas psicoeducativos. Por otro lado, las relaciones entre profesores parecen incidir en la cantidad de actividades adicionales, posiblemente influidos por la experiencia de sus colegas en la aplicación del programa.
Comentario basado en:
Malloy, M., Acock, A., DuBois, D. L., Vuchinich, S., Silverthorn, N., Ji, P., & Flay, B. R. (2015). Teachers’ perceptions of school organizational climate as predictors of dosage and quality of implementation of a social-emotional and character development program. Prevention Science, 16(8), 1086-1095.
Factores organizativos en la implementación
Los factores organizativos se cuentan entre los elementos que tienen una influencia más decisiva en la correcta implementación de los programas. El liderazgo, el clima organizativo, las competencias profesionales, el diseño de los puestos de trabajo y la estructura organizativa proporcionan el andamiaje en el que se desarrollan las intervenciones psicoeducativas. En ocasiones aparecen como facilitadores o barreras. También se ha comprobado que la preparación comunitaria corresponde a la interacción de factores organizativos y comunitarios.
El Laboratorio de Redes Personales y Comunidades (LRPC) ha editado el catálogo “Edúcame Primero Honduras” en el que se describen las actividades de desarrollo de competencias socio-emocionales que se han implementado con menores en riesgo en Tegucigalpa.
El proyecto se desarrolló con el apoyo de la Oficina de Cooperación al Desarrollo de la Universidad de Sevilla, en colaboracion con la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. En esta edición ha sido fundamental la participación de un grupo semi-autónomo de voluntarios de España y Honduras. El programa ha atendido a 170 niños y niñas trabajadores o en riesgo de trabajar durante tres meses en los mercados y el basurero-crematorio de Tegucigalpa (Honduras). En concreto se ha intervenido en el Mercado Zonal Belén (Comayagüela) y en el basurero municipal situado la aldea del Guanábano, al norte de la ciudad.
Puedes descargar el Catálogo Edúcame Primero Honduras del siguiente enlace [pdf].
Investigación-acción en el marco del programa
Maya Jariego, I., Holgado, D., Márquez, E. & Santolaya, F. J. (2018). The community role of schools in Jicamarca and Villa El Salvador (Peru): crosscutting behavior settings in personal networks. Psychosocial Intervention, 27 (1), 1-11. https://doi.org/10.5093/pi2018a3
Puedes descargar el Catálogo Edúcame Primero Perú del siguiente enlace [pdf]
Un antecedente de este trabajo es el catálogo Edúcame Primero Colombia, que corresponde a la aplicación del mismo programa en Barranquilla [pdf]
Investigación-acción en el marco del programa
Maya Jariego, I., Holgado, D., Márquez, E. & Santolaya, F. J. (2018). The community role of schools in Jicamarca and Villa El Salvador (Peru): crosscutting behavior settings in personal networks. Psychosocial Intervention, 27 (1), 1-11. https://doi.org/10.5093/pi2018a3
Child Labor vs. Prevention through education. ILO in Asia and the Pacific (CC BY-ND 2.0)
De cómo la prevención interactúa con los contextos comunitarios
Los participantes en los programas preventivos no son receptores pasivos de los mensajes de salud, sino que ponen dichos mensajes en relación con los grupos sociales de los que forman parte. Por ejemplo, cuando en el colegio se promueve una dieta saludable, el cambio de comportamiento depende en parte de las costumbres familiares y de las actitudes de los compañeros. Esta interacción de la intervención con los contextos naturales en los que se mueve el individuo ha sido insuficientemente teorizada.
Un artículo recientemente publicado en Prevention Science analiza precisamente la relación de las acciones preventivas con los micro-sistemas en los que participan los individuos. Se parte del supuesto de que los resultados de la intervención dependen en parte de los contextos sociales en los que viven los participantes y de la interacción social relacionada con los contenidos del programa. De acuerdo con ello, se pueden identificar diversas situaciones en las que los mensajes preventivos entran en interacción con los micro-sistemas y los meso-sistemas de los participantes en el programa:
Hay casos en los que la interacción de la intervención con otros contextos comunitarios es prácticamente insignificante. En ese caso se puede examinar el impacto directo de la intervención en los participantes, valorando el cambio de comportamiento, sin ir más allá.
Un escenario diferente es cuando el mensaje se dirige a un micro-sistema con la intención de que genere cambios de comportamiento en otro micro-sistema. Por ejemplo, un programa de prevención de drogodependencias que se desarrolla en clase se espera que genere cambios posteriormente en los contextos de relación con los amigos. Se trata de dinámicas de transferencia.
Otro caso consiste en que la intervención se aplica en un micro-sistema y se depende de otro para la consecución de resultados. Por ejemplo, un programa aplicado en la escuela para promover una dieta saludable depende de las familias para la obtención de resultados. Se trata de procesos de dependencia entre sistemas.
Finalmente, puede ocurrir que los resultados correspondan a una intervención que se está realizando en dos micro-sistemas diferentes. Por ejemplo, un programa que actúa simultáneamente en la escuela y en la familia. La intervención en dos contextos suele ser más efectiva. Es una situación de interdependencia.
Desde este enfoque, la interacción social contribuye a la difusión de las campañas preventivas. Los cuatro casos anteriores ofrecen explicaciones alternativas cuando una intervención no obtiene resultados positivos. También puede servir de base para estrategias de (a) preparación comunitaria, (b) diseño de mensajes preventivos de manera que sean bien recibidos y difundidos, y (c) facilitar la coordinación entre micro-sistemas.
Para saber más
Este comentario está basado en:
Pettigrew, J., Segrott, J., Ray, C. D., & Littlecott, H. (2018). Social Interface Model: Theorizing Ecological Post-Delivery Processes for Intervention Effects. Prevention Science, 19(8), 987-996. https://link.springer.com/article/10.1007/s11121-017-0857-2
Una de las cuestiones que revela este enfoque teórico consiste en la interacción social que discurre en paralelo a la implementación de programas. Al respecto, puede consultarse el siguiente artículo:
Maya-Jariego, I. (2016). 7 usos del análisis de redes en la intervención comunitaria. Revista Hispana para el Análisis de Redes Sociales, 27(2), 1-10. [pdf]
RT @lista_redes: CFP: "Network-based assessments and interventions in the marine environment" - Frontiers in Marine Science https://t.co/PA…1 week ago
El programa Edúcame Primero Honduras cierra con la entrega de materiales en centros escolares y un seminario intern… twitter.com/i/web/status/1…1 week ago
RT @la_cooperacion: ⚠️¿Te interesa el voluntariado internacional?⚠️
La Oficina de Cooperación organiza la Jornada de Divulgación de experi… 2 weeks ago